Hace un par de semanas titulé mi columna como Indecencias y hoy podía haberla vuelto a titular de la misma forma, pero he optado por bautizarla de manera más contundente: Sinvergüenzas. De un tiempo a esta parte está ocurriendo un hecho peculiar, cual es el de estafar la buena fe de las personas teniendo como base, recurso y reclamo la salud. Nos encontramos con individuos que, a través de las redes sociales, solicitan ayuda económica para curar a familiares o a sí mismos de una u otra enfermedad; principalmente cáncer. El ser humano en su esencia encierra la bondad y, normalmente, responde a estas llamadas aportando una cantidad de dinero para ayudar a paliar la desazón de los solicitantes. Nadie se cuestiona si es o no cierta la enfermedad que dicen padecer o padecen sus seres queridos, nadie solicita certificados médicos€

Y aquí no podemos decir que el estafado, en su egoísmo interior, intenta obtener un beneficio personal al igual que en otros tipos de engaños y eso hace más dolorosa y rastrera la acción. Aquí se intenta ayudar de corazón sin esperar nada a cambio. Lo que se recibe es una profunda tristeza y decepción cuando nos enteramos de que no existía uno u otro mal, que lo recaudado se ha usado en beneficio propio. En definitiva, los solicitantes son unos auténticos sinvergüenzas. ¿Qué se consigue con todo esto? Muy sencillo, que nadie preste atención y auxilio a futuros postulantes; lo que llevará a que paguen, según el dicho popular, justos por pecadores. Desde aquí declaro que no doy ni un céntimo a nadie que me solicite algo en este sentido.

De los últimos casos que he conocido: ´padre que pide para una supuesta enfermedad de su hija´, ´individuo conocido como el enfermo de los 2000 tumores´; desconozco cuales son sus profesiones y quehaceres (bueno, su quehacer es timar) por lo que no puedo procesar su coeficiente intelectual. Pero de un último caso que llega a mis manos sí puedo presumir dicha capacidad intelectual (que no personal ni moral) ya que son catedráticos de universidad y supuestamente investigadores clínicos de la Universidad de las Islas Baleares (UIB). Por si alguien lo desconoce les diré que la acreditación investigadora se obtiene tras muchos años de estudios y de haber demostrado que uno es digno de tal distinción. Como digo, este último caso está encabezado por dos profesores que amparándose en su condición han llegado a estafar más de 600.000 euros. Un único perjudicado llegó a abonar 25.600 euros para la cura de su hija. ¿Qué vendían estos sinvergüenzas? Vendían un supuesto medicamento contra el cáncer denominado ´Minerval´ «un ácido transoléico, que es como un poco de aceite dentro de una cápsula, posiblemente no tóxico, pero no es nada más que un suplemento vitamínico». Dicha sustancia, Minerval, está registrada por Lipopharma, una empresa colaboradora de la UIB, careciendo de autorización para su venta al público, tal y como ha acreditado la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, no habiendo superado las fases necesarias para ser considerado medicamento. O sea una estafa en toda regla que sumaba otra más ya que dichos sinvergüenzas estaban intentando comercializar igualmente un falso medicamento contra el Alzheimer.

Lo vomitivo de todo esto es la condición de profesores e investigadores. Tiran por tierra el trabajo y la lucha de todos los que, de una u otra forma, nos dedicamos a la investigación. ¿Cómo mirarán las personas a los que de buena fe y realmente necesitados requieran dinero para sus proyectos de investigación? Sepan que se está luchando en muchos frentes contra el cáncer y los resultados no son de hoy para mañana. No hay nada milagroso y si muchísimo trabajo dentro y fuera de España; créanme, sé de lo que hablo.

Lo llamativo, también, es que no han sido expulsados fulminantemente de la universidad, sólo de forma cautelar de la docencia manteniéndoles la nómina integra, pudiendo continuar ejerciendo su labor investigadora y acudiendo al laboratorio de Biología Molecular y Celular donde, según la Policía, preparaban el compuesto que luego vendían como cura contra el cáncer a varios enfermos. Vuelvo a señalar que la acción en este caso es más dolorosa y asquerosa por llevarla a cabo individuos con una formación y un juramento -pasado por los cataplines-. En definitiva, vivimos rodeados de sinvergüenzas.