AILIMPO ha participado los días 27 y 28 de marzo en la Conferencia Construyendo la Política Agraria Común (PAC) del futuro 2020, celebrada en Madrid con la participación del ministerio de Agricultura, las Comunidades Autónomas, la vicepresidenta de la Comisión de Agricultura del Parlamento Europeo, la eurodiputada española Clara Aguilera, y el comisario europeo Phil Hogan.

En un momento de enormes dificultades en el proyecto de construcción europea, marcado por el auge de los populismos y nacionalismos, con el Brexit ya oficialmente en marcha, y con una sociedad todavía afectada por la crisis económica, es necesario que recordemos que la Política Agraria Común (que ya ha cumplido 60 años) ha jugado un papel clave en la construcción europea. La PAC debe seguir ejerciendo un rol de futuro, orientando el sector agroalimentario hacia la producción de alimentos con los más exigentes estándares de calidad y de seguridad alimentaria del mundo, generando actividad económica con ingresos estables, alimentando de forma suficiente y sobre todo sana a los ciudadanos. Al mismo tiempo, la PAC debe servir para hacer frente a los retos climáticos y medioambientales actuales una vez que se han adoptado por la UE los objetivos de desarrollo sostenible por las Naciones Unidas, además de las implicaciones del Acuerdo de París sobre cambio climático.

La PAC tendrá una gran transcendencia para el sector agroalimentario en general, pero también para nuestro sector de limón y pomelo. Si bien es cierto que se abre un debate sobre el sistema de pagos únicos que afectará a los actuales 'cheque limón' y 'cheque pomelo' y las correspondientes ayudas por hectárea ahora vigentes, lo más importante es que la nueva PAC nos orientará hacia el diseño del nuevo modelo de agricultura del futuro donde las interprofesionales jugarán un papel clave y que vendrá marcado por la necesidad de ser sostenible.

Los agricultores se enfrentan a un mercado cada vez más volátil, afectado por fenómenos climatológicos extremos (sequías, lluvias torrenciales, heladas) y con una alta exposición a nuevas plagas y enfermedades originarias de terceros países que tienen un enorme impacto negativo en nuestras producciones. Es imprescindible que los sectores dispongamos de mecanismos que nos permitan detectar y prevenir de forma anticipada las crisis, y en el peor de los casos, cuando la crisis ha hecho presencia, poder tener herramientas para gestionarla de forma rápida y eficaz. La idea es trabajar por una autorregulación a través de la interprofesional que apueste por la libre competencia, elimine la especulación y no permita la competencia desleal dentro del sector. Además, la interprofesional aporta transparencia al conjunto de la cadena de valor impulsando modelos de buenas prácticas contractuales, que ayudan a generar y distribuir equitativamente la renta y los riesgos, los derechos y obligaciones.

No podemos olvidar que la PAC debe servir para reorientar otra importante política comunitaria, la política comercial de la UE, que debe exigir la reciprocidad en los intercambios comerciales al mismo tiempo que se reivindica el principio de preferencia comunitaria. Es decir, debe haber un compromiso europeo para que los tratados comerciales que se firman entre Europa y terceros países establezcan que los productos agrícolas que se importan deben cumplir las mismas normas que se exigen a los productos producidos en Europa. Y no nos referimos solo a las normas de calidad y seguridad alimentaria, sino al cumplimiento de las normativa en materia de condiciones laborales y de respeto medioambiental. Se trata de pura coherencia, ya que debemos garantizar a los consumidores la calidad en sentido amplio de sus alimentos, hayan sido producidos en territorio comunitario o hayan sido importados.

La PAC debe tener como gran objetivo hacer posible un sector agroalimentario mediterráneo sostenible en sentido amplio: sostenibilidad económica (rentabilidad), sostenibilidad medioambiental (cuidado de la madre naturaleza) y sostenibilidad social (conectando el campo con la ciudad). Hay que recordar que la agricultura europea, y básicamente la mediterránea, tiene como objetivo producir alimentos que contribuyen de forma positiva a reducir la obesidad que ya está reconocida como la epidemia del siglo XXI, potenciando la dieta mediterránea y su patrimonio cultural. Por otra parte es necesario reivindicar el papel medioambiental que juegan los cultivos mediterráneos, tanto como elemento fijador del CO2 como por su papel paisajístico. Sin olvidar la necesidad de avanzar de forma decidida por compatibilizar la actividad agrícola con la biodiversidad.

La PAC debe dar respuesta a la economía del agua, a la economía de la energía y a la economía circular, y también a la transferencia del conocimiento desarrollando programas de I+D+i que permitan minimizar los efectos del cambio climático adaptando las variedades y mejorando las técnicas de cultivo y postcosecha.

Estamos ante un cambio profundo en la PAC, incluso revolucionario, que por supuesto hay que analizar desde una visión de futuro optimista y positiva. La sociedad cambia, las tecnologías invaden nuestra vida cotidiana, los hábitos de consumo se transforman, los ciudadanos asumen nuevos valores como la importancia de la naturaleza, el cuidado del medio ambiente, la responsabilidad social, el cambio climático, o la importancia de dejar a las próximas generaciones un mundo más cuidado, biodiverso, mejor y más sostenible. El sector agroalimentario debe comprometerse a dar respuesta a esas necesidades y demandas de la sociedad. El ciudadano está en el centro de nuestro foco, ya que en definitiva es el cliente que consume los alimentos que se deben producir siguiendo esas coordenadas. Ese debe ser sin duda el objetivo: una PAC que conecte el medio rural con el medio urbano, el campo con la ciudad, facilitando la cohesión social de nuestra sociedad consiguiendo un mundo más sano, más sostenible, más feliz y con más futuro.