Vivimos tiempos revueltos con cierta pasividad. Atendemos a noticias en las que una niña de apenas ocho años es agredida por varios menores en el patio de un colegio. Vemos, incluso, cómo es la víctima la que se ve obligada a abandonar su centro.

Algunas mentes arcaicas siguen apostando por que la mujer busca provocar cuando no viste manga larga. Vemos como un grupo de jóvenes acude a los Sanfermines y, ´para divertirse´, deciden forzar a una mujer a hacer algo que no quiere y, como si fuese una gran hazaña, lo comparten vía Whatsapp con sus colegas, que aplauden la proeza, e incluso dicen envidiar ´esa gran noche´.

Reino Unido pide por primera vez en su historia la nacionalidad de sus alumnos para elaborar el censo escolar, identificando así a los inmigrantes que residen en el país. Por su parte, Donald Trump sigue soltando ´perlas´, ya sea en privado o en público, poco le importa. Y lo más preocupante, sigue atrayendo con ellas a gran parte de la población estadounidense. «Lo natural es la familia, pero El Corte Inglés no se lo cree», decía Hazte Oír para recoger firmas contra un anuncio de los grandes almacenes en el que se mostraba a una familia con dos padres homosexuales.

Sí, en 2016. Todo ello parte desde la educación, y si empieza no hay forma de pararlo porque, sencillamente, es tarde. Y, sin embargo, «creo que cuando la gente vea esas imágenes dirá: Dios mío, que horrible. Y luego seguirán cenando», como dijo el gran Joaquin Phoenix en la gran Hotel Ruanda.