Nos pasamos parte de nuestra vida pensando que no podemos cambiarla. Ya sea por desconfianzas, miedos, creencias que nos limitan o, simplemente, porque creemos que no nos hace falta cambiar nada€ nos va bien. Nuestro viaje es cómodo, sin demasiadas curvas y escasos baches; todo a nuestro alrededor va como la seda, no hay sobresaltos y no hay peligro aparente al acecho.

Sin embargo, un día sucede algo inesperado, inquietante y no deseado€ que nos da la alerta sin avisar y nos deja en fuera de juego. Una nefasta noticia, una enfermedad, un acontecimiento negativo, etc. ¿Estamos preparados para ese día? ¿Somos capaces de soportar, gestionar o comprender que nos pueda pasar?

Nuestra mente se acostumbra a nuestro día a día, la vamos alimentando según nos va. Y, claro, acontecimientos no buscados, ni pretendidos, nos caen como un jarro de agua fría€ sin estar preparados. Cuando estamos bien de salud no está de más que de vez en cuando nos hagamos algún chequeo, ¿verdad?, ¿o esperamos a que nos dé un aviso nuestro cuerpo para acudir al médico?

¿Y si nos anticipamos y entrenamos nuestra mente para cuando vengan las malas dadas? Reitero, que los problemas y las dificultades, en la mayoría de las ocasiones, llegan sin avisar. Cuidado, que el golpe es duro y cuesta mucho levantarse. Si te has preparado con antelación, si has ejercitado tu cabeza y encima pones en práctica las herramientas necesarias para acometer dichos inconvenientes€ irás con ventaja.

Una vez más, añado que lo inesperado en su forma negativa es cruel, y que a todos nos duele; ni somos fríos, ni máquinas, ni eludimos nada. Sin embargo, nuestra actitud y nuestro aplomo ante determinadas circunstancias negativas nos serán de ayuda y nos guiarán para afrontarlas de una mejor manera.

Aunque te veas bien, no la pierdas de vista, cuídala€ te lo mereces.