En cualquier momento puede caerte una maceta en la cabeza y se acabó. Así de simple, así de complicado. Que no es que vayan cayendo macetas en las cabezas todos los días, aunque, en esta Región, cuando al viento le da la gana, poco falta. La triste moraleja de la maceta en la cabeza es una seudo parábola que suelo recordar a la gente que más me importa en el mundo. Cuando hay dudas sobre si hacer o no un viaje. Cuando asoma el remordimiento por algo que ni siquiera has hecho, sino que piensas hacer, y al final no haces. Cuando algún malentendido estúpido empieza a minar afectos. Cuando estás entre si ir a la playa o ahorrar un poco más «por si acaso». En cualquier momento puede caerte una maceta en la cabeza y se acabó. Es una suerte de carpe diem de andar por casa. Yo, personalmente, prefiero complicarme la vida. Por si cae la maceta. Pero que no caiga.