«Ahora suena menos el teléfono para comprar activos», así de contundente se mostraba la número uno de Banco Santander en unas declaraciones recientes. Una frase que salpica de lleno a la cuestión que queremos abordar, la incertidumbre.

Es obvio que medir la incertidumbre no es fácil, ¿cómo se puede medir una variable que por definición no se puede observar? Mientras que medir la cantidad de turistas que vienen a España cada año o la cantidad de petróleo que consume nuestro país parece posible, y relativamente sencillo, medir los costes que tiene la incertidumbre política para nuestra economía parece algo más complejo. Pero no imposible, y es lo que pretendemos explicar.

¿Realmente influye en la economía real la falta de un Gobierno? Puede que la percepción del inversor sea más próxima a tener miedo por revertir las reformas efectuadas por nuestro país y la inseguridad jurídica, que a la falta de Gobierno como tal. Pero hay algo en lo que todos podemos estar de acuerdo: incertidumbre es igual a más riesgo. Y, como dijo el premio Nobel de Economía William Sharpe, el inversor siempre busca el máximo beneficio por cada unidad dada de riesgo, lo cual implica que aumentando nuestro riesgo como país, salimos por defecto de muchas de las quinielas que tienen grandes inversores. Lógico, ¿verdad?

Las variables que influyen en el crecimiento del PIB son múltiples, por ello es muy complicado saber qué parte del crecimiento se puede ligar de forma clara y directa a la incertidumbre política. Además, el PIB no es un ente abstracto que dice un número en términos porcentuales; éste guarda relación con otras variables macro, como el desempleo y por todos es sabido (Ley de Okun) que hay una correlación entre la tasa de crecimiento de un país y su tasa de desempleo.

Una serie de razonamientos que no nos pueden hacer olvidar que cada país tiene una reacción distinta en su tasa de desempleo ante la variación de su PIB, bien sea por motivos estructurales, como su endeudamiento, su flexibilidad laboral o su alto o bajo valor añadido en lo que realiza.

Llegados a este punto cabe preguntarse qué entendemos por incertidumbre. Y nos podría valer un conjunto de emplazamientos donde no conocemos el resultado de una situación dada, cuyo índice más conocido que la mide, si es que se puede medir, son el índice Baker, Bloom y Davis, que muestra la incertidumbre política, y que tal y como podemos observar, se ha visto disparada en España desde finales de 2015 (y no, no es por el liderato del FC Barcelona en la Liga) situándose muy por encima de la media europea, coincidiendo, por tanto, con las elecciones generales de nuestro país.

Soy consciente de lo curioso que puede parecer esto, pero el índice elaborado por estos señores utiliza como 'vara de medir' las veces que se cita la palabra 'incertidumbre' o sus sinónimos en la prensa económica de gran calado (Expansión, Eleconomista) para deducir la incertidumbre real que existe en ese país.

En el gráfico anterior tenemos en azul la incertidumbre europea, en rojo la incertidumbre de nuestro país y en sombreado las zonas de una subida acelerada de la incertidumbre. Tal y como podemos observar, desde noviembre de 2015 a enero de 2016 el índice para España ha pasado de 104 a algo más de 276, lo que implica un nivel de incertidumbre incluso más alto que el registrado durante los momentos más críticos de la crisis financiera.

Ahora buscamos relacionar esa incertidumbre con la actividad económica, y para ello recurrimos al índice FEDEA (en azul) y con la prima de riesgo (en verde), para ello tenemos otro gráfico:

Contamos con la teoría y los datos gráficos, es momento de contar con la experiencia de profesionales del sector, como es el caso de David López Salido, director adjunto de Asuntos Monetarios de la Reserva Federal, casi nada, economista y empleador de esta técnica, quien con esas variables, y tras un número determinado de simulaciones de Monte Carlo, obtiene unas conclusiones demoledoras.

Los resultados fueron los siguientes:

El aumento en la incertidumbre observado en diciembre y enero reduce el índice de actividad de Fedea en 0,7 puntos porcentuales, estando este índice correlacionado con la variación del PIB. Esa reducción de actividad llevaría aparejada una ralentización en el crecimiento del PIB en el entorno del 0,4 a 0,7 puntos porcentuales en los próximos trimestres con respecto al caso sin incremento de la incertidumbre. El aumento de la incertidumbre lleva aparejada un aumento de hasta 70 puntos básicos en la prima de riesgo. El aumento de la incertidumbre en 173 puntos aumenta la tasa de paro en algo más de setenta puntos básicos. Traduciendo estos números a la cifra de población activa, nos salen los 126.000 empleos.

Y es que la incertidumbre política tiene un efecto en cascada que afecta desde la inversión (la inversión extranjera directa ha caído un 80% interanual desde las elecciones municipales de mayo) hasta el consumo (el Indicador de la Confianza del consumidor bajó 8 puntos).

Después de estos datos y esta minuciosa reflexión no faltan ganas de dar un capón a nuestros dirigentes políticos para que espabilen, actúen cuanto antes por el bien común y dejen a un lado los aspectos ideológicos cuando está en juego la economía de este gran país. España, claro.