Decía Marlene Dietrich que «nos reímos de la moda de ayer, pero nos emocionamos con la de antes de ayer cuando está en vía de convertirse en la de mañana». Y es que la moda además de ser, como dicen, cíclica, en ocasiones resulta ciertamente enigmática, porque hay tendencias imposibles de entender. Si intentando definirla, uno aplica únicamente el criterio estético, se dará cuenta de que hay determinados estilos que no encajan. Si apela al social, tampoco justifica ciertos modismos. Y si consideramos el de utilidad, no tengo que recordarles lo incómodos que resultan algunos looks de última moda. Entonces, ¿cómo surgen las tendencias, pues?

Teniendo en cuenta que en mis años universitarios en La Complutense cursé una asignatura de libre configuración que llamaban Semiótica y Sociología de la Moda impartida, curiosamente, por Jorge Lozano, hermano de la periodista del corazón Lidia Lozano, estaba predestinada a encontrar, tarde o temprano, la respuesta. Lo que nunca imaginé es cómo se me revelaría tal conocimiento.

¿Sabéis ese momento después del verano en el que abres tu cajón de la ropa interior y en un arrebato casi demoniaco decides tirar a la basura, sin contemplaciones, todas las medias que se te ponen delante porque consideras que están viejas y usadas? Seguro que no os suena extraño€ Por ese mismo motivo, también sabréis a lo que me refiero cuando una justifica ese momento de furor irracional mintiéndose a sí misma con un «en cuanto pueda, compro nuevas y las repongo». Pero ese ´en cuanto pueda´ nunca llega, no por falta de ganas, sino de tiempo. Y una mañana te levantas, compones el conjunto de la jornada, y cuando vuelves al cajón de la lencería€ ¡Horror! Tus medias yacen en la basura desde hace meses y jamás repusiste la mercancía. ¿Qué ocurre? Improvisas y te marcas un look con zapatos de salón y calcetines pensando «voy a ser súper moderna». Eso sí, intentando que los calcetines sean lo más discretos posibles y evitando animalitos y dibujos infantiles.

Pero, claro, esta circunstancia no pasa desapercibida en tu entorno, que desvía miradas furtivas a tus pies, en los casos más discretos, y te espeta «pero qué te has puesto» en los menos prudentes. Y es que ni tú misma atisbas ese punto de moderna. Sin embargo, según van pasando las horas, te das cuenta de que no queda tan mal, y que además la ocurrencia te ha salvado de una emergencia. Y te vas consolando pensando en que «si se lo ponen las blogueras y van tan estupendas, por qué no puedes hacerlo tú». Te has convencido a ti misma, y una vez que has conseguido la máxima, empiezan a llegar el resto de comentarios de aprobación y, sobre todo, mensajes con mucho humor que convierten la anécdota en algo simpático. Tal fueron las reacciones que decidí que el mundo entero debía conocer el hallazgo y compartí la foto en mis redes sociales, lo que sumó más comentarios ingeniosos a mi mañana: «Aún me río, has estado sublime», María Jesús Quiñonero; «Marcando tendencia», Lola García; «Te comprendo, Mónica», Toñi Abenza o «No pasa nada. Al fin y al cabo, siempre se ha dicho que los locutores presentan el telediario en calzoncillos», Alfonso Alcolea; y risas, muchas risas, porque no hay nada más sano que reírse de uno mismo.

El caso es que entre broma y broma al final unos cuantos quedaron cautivados con la tendencia. Y es que todo es, cogerle el puntico al look. Vamos, que si Karl Lagerfeld se cruza conmigo, en la París Fashion Week del año que viene desfilan todos como en los ochenta se marcaban algunos sus outfit discotequeros: zapato negro y calcetín. Y es que la moda nace de situaciones de urgencia, emergencia, necesidad e improvisación. ¿Cuántas atareadas madres (como locas) marcan tendencia con sus calcetines de diferente color? Sin embargo, moderemos nuestra transgresión, que «no hay nada tan peligroso como ser demasiado moderno», decía Óscar Wilde.