Llámenme desertor pero me parece un disparate traer un AVE hasta Cartagena. Igual de disparate que a estas alturas de fechas el presidente de la Comunidad y un servidor nos tengamos aún que ir a Albacete en coche para llegar a Madrid en AVE y es que ya sabemos que la especie humana no aprende por más que tropiece en la misma piedra. Con un lápiz y el dinero de otros prueben a añadir un folio y verán que le cabe todo, soportará cualquier línea o proyecto que le incorporen, pueden dibujar estaciones de AVE en cualquier esquina de cualquier ciudad y a poco que se vengan arriba le cabrían también algunos aeropuertos tipo Corvera.

El verdadero problema es qué hacemos una vez hemos sobredimensionado las estructuras y llegan para quedarse, o bien las abandonamos porque no podemos mantenerlas, como ha sucedido en muchos aeropuertos de España, o los ponemos a funcionar a un coste insoportable para el contribuyente. La pregunta tendría que ser a la contra y analizar cuántas veces nosotros, todos los de aquí, o muchos de los de aquí, vamos a coger un AVE a Madrid y evaluar qué supone que el tramo Cartagena-Murcia lo recorramos ese día en vez de en supervelocidad, que cuando la bala haya acelerado tiene que empezar a parar en Murcia, sólo en velocidad, unos inapreciables minutos más. Esto vale para Cartagena o para Lorca y vale para el AVE y para cuantos servicios públicos y privados hemos venido sobredimensionando en los últimos años pretendiendo acercar a nuestra puerta autopistas, aeropuertos o centros comerciales.

Si fuéramos serios no permitiríamos que hayamos consumido de las arcas públicas docenas de millones de euros en construir una autopista a Vera -por decir una- por la que nadie circula o un aeropuerto en Corvera que no terminarán de pagar ni los hijos de nuestros nietos o una desaladora que no desala y que no sabemos qué hacer con ella. La iniciativa privada también cayó en la trampa, o si no miren los centros comerciales que acaban cerrados o los multicines que fueron apagados que buenos ejemplos tenemos en Cartagena. Al final es un problema de sentido común y de tener claro si lo importante es el fin que se pretende o el camino que hay que recorrer para conseguir el fin y dónde quedan los beneficios distribuidos y para quién. Gestionar bien estos asuntos se llama eficiencia, pero no de esa que mira sólo para el lado de salir en la foto, de pasar por las hemerotecas como quien hizo esto o aquello y conseguir el aplauso del día de la tijera y la cinta, sino de la otra, de la que mide de forma comprometida los riesgos, la que es capaz de explicar a los ciudadanos cuál es el precio de sobredimensionar servicios y tener salida de autopista a pie de casa o estación de AVE a pie de ruedin de maleta.

Seguramente el problema está en nosotros, en los que votamos y preferimos tener un enlace en cada caserío a destinar ese dinero en evitar recortes a las clases desfavorecidas o hacer que los servicios mínimos, como disponer de un internet digno o servicios de autobuses que lleguen a todos los rincones de nuestros municipios, o una red de carril bici que nos una de pueblo en pueblo, o incluso farolas que alumbren, aunque el día que tengamos que ir a Madrid en AVE, lo cojamos en Murcia, no vaya a parecer que tener AVE es algo que beneficie a todos los cartageneros, que no es así, sino sólo a unos pocos, entre los que me cuento, pero no deja de ser un abuso contra las mayorías en favor de quienes podrán usarlo y permitirse el lujo de pagar el desorbitado precio de un billete de la alta velocidad sobredimensionada.