Leo que presuntamente un hombre ha matado a su hermano de varias puñaladas. Con ensañamiento. Sin querer, no dejo de pensar en qué le habrá llevado a cometer tal aberración. Y digo aberración porque no me concibo haciendo algo así. Para un servidor, tener un hermano ha supuesto y supone muchas cosas. Con él aprendí a que las noches me confundieran y el valor de las resacas, a hacer trastadas (aunque él siempre saliera ganando), a que sus amigos fueran míos y los míos, suyos. A que los viajes de Zaragoza a Águilas se hicieran más cortos o a que el valor de un hermano es saber estar ahí siempre, aunque sea en silencio (en ocasiones, muchas, literalmente), porque sabes que su presencia es suficiente para saber que esa mano siempre estará allí cuando sea necesario. Porque un hermano, para un servidor, es un amigo que andará contigo toda la vida, incluso cuando no lo veas. Y al revés. Por eso, no concibo que alguien pueda matar a su propio hermano. Cosas de la vida.