Siempre he tenido claro que ser feliz es una aspiración innata en el ser humano. Cada uno lo intenta como puede, o como le dejan, y con el paso de los años vas descubriendo aquellas personas y situaciones que te llenan de satisfacción. Lo que no me había planteado hasta hace unos días es si realmente ser feliz es un derecho que deben garantizarnos nuestros gobernantes. Hace unos días asistí a la lectura de la tesis doctoral de un buen amigo, Juan Antonio Buendía, que en su trabajo de investigación -calificado de sobresaliente cum laude- detalla, entre muchas cosas, todas las constituciones y fuentes que dejan escrito ese derecho. ¿Y cómo garantizan los políticos la felicidad? Pues haciendo que existan las suficientes condiciones de bienestar social. Cómo llegar a medir ese bienestar es asunto que da para una interesante tesis. La felicidad es un concepto subjetivo, pero quizá, entre tanto pacto que se avecina, uno podría incluir que nos garantizaran las condiciones sociales para llegar a serlo.