He pasado el fin de semana en Euskadi, invitado al I Encuentro Literario de Oñati. No me voy a extender aquí sobre la belleza y la solidez de los valles interiores de Guipúzcoa, que es la imagen que primero me viene a la mente cuando me hablan de las teorías del buen vivir o de la sostenibilidad rural. Pero cómo sacar del relato la hospitalidad, el cariño, el compromiso literario y cultural y la inteligencia de Rubén, de Ane, de Arantzazu, de Hedoi, de Danele, de Nagore, de la gente bonica de la Biblioteca Pública y la Kultur Etxea de Oñati, de Martín, de Felipe y del resto de amigas. Eskerrik asko mil veces más, a todas ellas.

Han sido unos días, por lo tanto, de bastante felicidad. También ha habido su poquito de perplejidad y, por qué no lo iba a decir, de envidia cochina. Me refiero a un Ayuntamiento que aumenta, en los tiempos que corren, el presupuesto de cultura, por ejemplo, pero también me refiero a ver una sala llena para asistir a un evento literario, un sábado por la tarde en un pueblo de 10.000 habitantes. Al cuidado en la preparación de los materiales, al esfuerzo en la difusión del acto y a la fe con que se ha enfocado el trabajo de atraer a los vecinos al encuentro.

La perplejidad pasa enseguida, pero no la envidia. Tampoco la duda. Voy a plantear una que me ha quedado en la cabeza, al volver a Murcia.

Si el ayuntamiento de Oñati, gobernado por una formación continua y torticeramente caricaturizada como violenta, ultranacionalista y fundamentalista (Bildu), es capaz de destinar recursos a llevar a su localidad a poetas murcianos para que presenten y difundan en el pueblo su obra en castellano, ¿sería igual de factible que el de Murcia, en manos del PP con el apoyo de Ciudadanos, trajese a autores como Danele Sarriugarte o Hedoi Etxarte a defender en euskera su excelente y combativa obra? ¿Por qué se nos pone una sonrisa sarcástica en la cara nada más escuchar la idea, como quien oye un plan para obtener peras de olmos viejos, hendidos por el rayo? No, en serio. Quiero oírlo. Por qué tal cosa no es posible, deberíamos preguntar. Nos lo aconsejaba Bertolt Brecht. En la Oda al estudio:

Repasa la cuenta,

tú tienes que pagarla.

Apunta con tu dedo a cada cosa

y pregunta: «Y esto, ¿por qué?».