Francis Ford Coppola afirmaba recientemente en una entrevista que el estado de depresión, infelicidad e inseguridad en el que se hallaba constantemente de joven le ayudó a mantenerse ´despierto´. Vamos, que su genialidad como cineasta la hemos disfrutado gracias a que en esos momentos en los que rodaba sus obras maestras se sentía como un ser absolutamente desgraciado. No es el primero ni será el último en defender el binomio infelicidad-creatividad. Yo he conocido a más de uno que se resistía a ser feliz por si perdía el don de la genialidad que se autoadjudicaba. No eres para tanto, me daban ganas de espetarle, pero con ello sólo hubiera alimentado su absurdo argumento. Además, no conviene permanecer demasiado cerca ni demasiado tiempo junto a este tipo de personas, pues te vampirizan y acaban inyectándote su mismo estado de ánimo, pero ni una pizca de creatividad para evitarlo, eso sí.

José Guadalupe de la Mora Ledesmas, que bien podría ser el nombre de un personaje de novela pero que en verdad es un interesante psicólogo mexicano, recoge en su obra Psicología del aprendizaje dos teorías enfrentadas que tratan de dilucidar el origen de la creatividad. Para una, es el resultado de un conflicto, de un disturbio interno. Para la otra es justamente lo contrario, la respuesta que ofrece la madurez y la inexistencia de conflictos en nuestro yo interior. En verdad las dos teorías tienen su parte de razón, creo yo, pues en ambos casos se apoyan en los sentimientos, en las experiencias y en la necesidad de resolución. He conocido también a personas increíblemente creativas que además irradiaban un estado de absoluta tranquilidad interna que provocaban el deseo de no despegarse del maravilloso ambiente que construyen a su alrededor, que atrapa y encandila. De éste sí que dan ganas de contagiarse.

Yo, que me hallo en un momento en el que no sé si tirarme a la piscina de la absoluta infelicidad para crear un nuevo ego o bien optar por

defender la lucha del optimista insaciable, me pregunto ahora por cuál de las dos corrientes terminaremos decantándonos como país en las próximas generales. ¿Cuánta creatividad meteremos en las urnas? ¿Continuaremos en la infelicidad que nos proporciona la tijera para seguir creando y haciendo crecer la misma España que hoy tenemos, o por el contrario nos creeremos los optimistas cambios que nos prometen desde la oposición y les daremos permiso para demostrarnos que otra forma de gobernar es posible?

Es más fácil abandonarse que luchar por mantener la dignidad. ¿Qué haremos, qué hará usted? Yo probablemente termine haciendo lo correcto, que es€