Hoy, la retórica grandilocuente y vacua de la sociología y de la política nos trata de ciudadanos, con una terminología importada de tiempos de la Ilustración; y si exagera un poco, nos puede llamar ciudadanos del mundo e incluso del universo. Pero hasta no hace mucho las personas eran consideradas solo vecinos, porque vivían con otros en el mismo pueblo, barrio o casa; es decir, que estaban vecindados o avecindados allí. Y por ello, al conjunto de las personas avecindadas en ese pueblo, barrio o casa se le conocía por estas tierras como el vecindao; aunque por otras se le vino a llamar vecindario. Y ahora comparen ustedes nuestro vecindao, compuesto de familiares, amigos, vecinos y conocidos, con el rimbombante concepto de ciudadanía, que incluye a personas que no conocemos de nada y que, de entrada, debían ser sólo los habitantes de la ciudad, como su nombre indica. Y díganme si nosotros no éramos más precisos y decíamos mejor lo que queríamos decir, además de ofrecer una visión más amable y solidaria de la vida, cuando decíamos que éramos vecinos y que, por tanto, formábamos parte del vecindao.