Dicen que la política hace extraños compañeros de cama, tanto que en Cataluña ha sido posible ver, en una misma lista electoral, juntos y revueltos, a personajes pertenecientes a la alta burguesía catalana, esos que tanto han despreciado a lo largo del tiempo al resto de los mortales, junto a la izquierda, extrema y menos extrema, de esa tierra. Algo impensable hace un tiempo pero es que, efectivamente, todo es posible cuando se unen intereses personales, políticos, económicos y del más variado pelaje. Fíjense en Mazarrón, con esa amalgama que no sabemos como calificar de concejales en un Ayuntamiento que hace tiempo perdió el Norte y el Sur y que ahora, entre todos, se reparten los sueldos amigablemente; sin importar las ideaologias, de las que carecen todos los que gobiernan ese municipio, para escándalo o no tengo la impresión de que a la gente ha dejado de importarle de unos ciudadanos que asisten perplejos al espectáculo ofrecido por unos personajes, mejor dicho personajillos, que han hecho de la política su modus vivendi y que hoy le ponen una vela a Dios y otra al Diablo para continuar comiendo indecentemente de los presupuestos públicos.

Y como el cuerpo no me pide dedicar ni un minuto más a esta pléyade de incalificables elementos, busco otros asuntos que ayuden a soportar tanta desvergüenza, y miren por donde los ojos se posan en una noticia acerca de que la Comunidad de Murcia ha sido condenada a pagar una indemnización de 150.000 euros a los padres de una niña de dos años que murió de neumonía en el hospital de la Arrixaca y que no le fue diagnosticada pese a que había acudido al médico en cuatro ocasiones.

Y leo el vía crucis sufrido por los padres de esta niña en sus cuatro visitas a los médicos, desde el 27 de julio de 2009, en que le pequeña comenzó a sufrir fiebre con mucosidad, hasta el 11 de agosto siguiente, cuando falleció en el citado hospital. Sí, esta niña murió, en pleno siglo XXI, de una neumonía, en el hospital de referencia de la Región, como indica ahora el Tribunal Superior de Justicia en su sentencia porque «existiendo una probabilidad, por mínima que fuera, de haber diagnosticado la grave enfermedad cuando la niña fue llevada a urgencias, debieron adoptarse las medidas necesarias para hacer un correcto diagnóstico y tratamiento». Por cierto, como refleja la sentencia, la niña alcanzó, en la propia consulta de Urgencias, los 39,6 grados, pero al parecer los médicos no consideraron que esos datos fuesen preocupantes, ya ven.

Y cuando siento que la impotencia me invade, y tengo que hacer un esfuerzo para no perder el control de mi escrito ni les cuento las ganas que me dan de escribir barbaridades contra tanta ineptitud cae en mis manos una colección de libros de la escritora murciana Marisa López Soria titulada SuperBerta y los primos que me reconcilia con el ser humano. Intenta abordar el creciente interés por la educación emocional y los sentimientos desde las primeras edades. SuperBerta es una niña que tiene el don de adivinar las emociones de los demás. Junto con sus primos, amigos y vecinos nos muestra las emociones que siente a su alrededor.

De hecho Berta presiente cuándo y cómo echar un capote a los demás, algo que deberíamos aprender los adultos. Los cuentos ponen en escena la resolución de conflictos cotidianos con la mirada de los más pequeños. Inevitable acordarse de Mas y Rajoy, porque dada la manifiesta incapacidad que ambos han mostrado en el conflicto catalán, quizás esta resolución de conflictos de los más pequeños no les vendría mal para poner un poco de cordura a tanto despropósito. Y créanme, no lo estoy diciendo en broma.