Aún recuerdo aquella época -no muy lejana­- en la que podías ver una serie de televisión saltándote capítulos. Si fallaba el grabador de vídeo era legal conformarse con el resumen inicial y nadie te miraba por encima del hombro. De esa forma era plausible ver Smallville sin morir en el intento, ya que esperar ocho temporadas para ver volar a un personaje -que todo el mundo sabe que vuela- podría ser algo pesado en 2005, pero impensable en 2015. Aunque solo hayan pasado diez años, la forma de ver televisión ha cambiado totalmente, una serie ha dejado de ser un producto de entretenimiento y cultura para convertirse en una obra arriesgada que debe ser visualizada con lupa. Juego de Tronos puede pasar de ser lo mejor que ha dado la HBO a una decepción tremenda y nadie se pregunta el por qué se está perdiendo la fe tan pronto. Twin Peaks y True Detective se han convertido en la medida a partir de la cual los ´seriéfilos´ miden la vida, niegan cualquier producto que no tenga pretensiones de conseguir el Emmy y olvidan que una vez vieron Smallville -casi- hasta el fin de su historia.