Ha costado, pero ya está aquí. Por fin ha llegado. Ahora serán días de playa, de sol, de chiringuitos y chinguirito (ese lugar donde pasar un buen rato en Los Narejos), de escapadas de fin de semana andaluzas (pon un viaje a Granada en tu vida, al menos una vez al año, que no hace daño), de reencuentros familiares, de despedidas familiares, de viajes organizados norteños (por ejemplo, Santander, Bilbao, Gijón y Oviedo, sin olvidar Entrambasaguas), de descanso, de olvidarse de la alarma del móvil, de partidos de fútbol (a ver si me acuerdo yo de eso), de conciertos (Rockola siempre es una buena opción), de lectura tranquila, de terracitas, de cañas, de fiestas de pueblo (me han dicho que las de Aledo ´déjalas que vaya´), de programas basura en la tele, de partidos de volley-playa (...y cuándo he jugado yo al volley-playa) o de balonmano-playa (qué deporte) o de, ya puestos, waterpolo-playa... Y es que no me he vuelto loco, no; aunque últimamente lo pongo cada vez más en duda. Lo que pasa es que tras todo un año de curro, con gusto, pues llega ese momento de cogerse unas vacaciones. Y, pues eso, que uno está hasta nervioso.