Mercedes fue la esposa de un guardia civil. Ellos y sus dos hijas de cinco y tres años sufrieron un atentado en una casa cuartel en Bilbao. Mercedes ha vivido presa del miedo y desarrollado conductas de alerta para sentir que tiene algún control de la situación. «El coche sigue siendo una tragedia para mí. Ese instante en que enciendo el contacto y me aseguro de que no hay una bomba se me vuelve eterno. Le tengo prohibido a mis hijas montarse conmigo en el coche desde la cochera, por si acaso… Me agobian las aglomeraciones. En todas las situaciones públicas (….) tengo por costumbre ubicarme en una esquina. Desde las esquinas se controla todo mejor, sólo así logro estar más tranquila.

Ahora trabajo de madrugada. Limpio un concesionario de coches. Tengo pánico a tomar el ascensor, a la oscuridad de las cocheras, a la carretera en la que conduzco sola y creo que me va a pasar algo malo (...). Me dan miedo también los vestuarios del concesionario. Es un infierno. Empiezo a sudar, me pican las manos y todo el cuerpo, me falta el aire, creo que me voy a ahogar… Tengo miedo a morir, sólo quiero salir de allí como sea, cuanto antes... Me siento atrapada y no se qué hacer».

Antonio es un policía nacional que sufrió un atentado en San Sebastián y trabajó de escolta durante varios años presenciando como varios compañeros murieron asesinados por los terroristas. A consecuencia del estrés crónico, entre otros factores, desarrolló un cuadro de hipertensión arterial que le condujo a varias trombosis. «Me acostumbré a estar tanto en guardia que cuando llegaba de vacaciones a mi casa, en Murcia, me pasaba las noches despierto en el salón. Años después de estar haciendo esto me di cuenta de que yo seguía vigilando en mi casa, por si pasaba algo malo».

Estos síntomas de Mercedes y Antonio son muy comunes entre los supervivientes traumatizados. Después de un trauma de este tipo, el mundo ha dejado de ser un lugar seguro y controlable. La vida puede perderse en cualquier sitio y se desarrollan conductas de estar en guardia para intentar controlar la situación. Quien vive en el pasado es como si su experiencia transcurriese en una situación de guerra. Padece de estrés crónico.

El trastorno por estrés postraumático es el más común entre los sobrevivientes. Suele presentarse sólo o acompañado de depresión y otros trastornos de ansiedad.

Con las excarcelaciones de los presos de ETA, muchas víctimas han recaído en el miedo. Mercedes me cuenta: «Yo iba mejor con el tratamiento, pero esto lo llevo fatal. Otra vez estoy con los problemas para dormir y con todo lo demás. La psiquiatra ha tenido que subirme las dosis de medicamentos. Me preocupa que se junten todos los que están saliendo y armen la de Dios. Han salido muy jóvenes, con mucha fuerza y se pueden reorganizar entre ellos. Creo que se está cociendo algo peligroso, algo grande…».

Antonio me dice: «He vuelto a desvelarme por la noches y montando guardia en casa, no puedo evitarlo».

Pero el miedo también existe entre las viudas y los huérfanos. Quien ha padecido una pérdida traumática o ha sobrevivido a un atentado teme que la muerte aparezca de nuevo por sus hogares y desarrolla conductas sobreprotectoras hacia sus familiares, trasmitiéndoles el temor. Ese temor lo pueden proyectar fuera, en los otros. Eva me explica, refiriéndose a las excarcelaciones: «Personas que han matado a varios y que estén en la calle tan tranquilos... me parece una barbaridad (…) La gente que todavía no ha tenido la mala suerte de pasarlo se le erizará un poco el lomo pensando que pueden volver a matar y no se sabe a quién le puede tocar».

La influencia de los factores sociales, jurídicos y políticos. Las víctimas necesitan que se les reconozca el daño moral que han sufrido a consecuencia del terrorismo. Este es el primer paso para el camino de la recuperación. Necesitan el reconocimiento de la sociedad y el reconocimiento oficial, para poder acceder a los derechos que tiene este colectivo.

Existe mucha ignorancia sobre las consecuencias de estos hechos entre los políticos, las instituciones y la sociedad en general. Otro problema se presenta cuando la víctima no puede demostrar una relación de causalidad lineal entre la enfermedad que padece y los atentados que sufrieron. Esto no es extraño, si se tiene en cuenta que muchos no recibieron asistencia psicológica, a lo sumo psiquiátrica, y no disponen de informes de aquellos tiempos que acrediten esta relación. Por último, los traumas pueden aparecer muchos años después de los atentados. El trastorno por estrés postraumático, de inicio demorado, está ampliamente reconocido en la literatura científica desde hace años.

De ahí que el camino de la víctima, en la lucha por sus derechos, suele ser largo, tortuoso e incierto. Y en ese camino revive el sufrimiento.

A Mercedes y a sus dos hijas, hace sólo unos días, se les ha denegado este reconocimiento oficial. «Las víctimas no sentimos indefensas con el Gobierno. Para conseguir nuestros derechos tenemos que demostrar, hasta la saciedad, que hemos sufrido por lo que hemos pasado. Es muy injusto. Hay que vivir lo que es un atentado para saber lo que es. No hace falta haber muerto (…) Nos han denegado el reconocimiento sin ni siquiera habernos examinado, echando por tierra la palabra de los facultativos, incluyendo los de la Seguridad Social. Seguramente tengamos que ir a un juicio Contencioso. Me lo estoy pensando. No sólo es el dinero que no lo tengo. Llevamos ya años en esto y me faltan fuerzas para seguir luchando».

A. M. M., que me ha pedido que publique sus siglas y no un nombre ficticio, porque a sus 74 años dice que no tiene nada que esconder, fue funcionario de prisiones y secretario general del sindicato Uso-Prisiones. Durante más de quince años, él y su familia fueron amenazados de muerte por ETA. «Claro que lo pasaba mal cuando me amenazaban, pero me dolía más que llamaran por teléfono a mi casa y aterrorizaran a los míos, a mi mujer y a mis hijos». Su nombre apareció en varios zulos como posible objetivo de la banda. Por este motivo, sufrió depresiones, ataques de ansiedad y episodios frecuentes de náuseas y vómitos por las que tuvo que ser hospitalizado. Aunque después de un largo proceso contencioso- administrativo consiguió ser jubilado en 2004 debido a las secuelas de estos hechos, en la actualidad sigue luchando porque se le reconozca oficialmente como víctima del terrorismo. Ahora ha recaído en la depresión «porque me siento desencantado de todo. He perdido la confianza en las instituciones y en el Gobierno (…) Los terroristas salen con todos los derechos. Yo he tenido que luchar durante muchos años por los míos y todavía quiere el ministerio del Interior que le aporte más documentación para considerarme como víctima, a pesar de que las notificaciones de esas amenazas que estaban en los zulos me las entregó, en su momento, el propio ministerio. Y las tengo en mi poder. Y el teléfono de casa lo tuve intervenido oficialmente durante mucho tiempo. Y me jubilaron anticipadamente por los trastornos mentales que he sufrido a consecuencia de las amenazas continuas de muerte. Esto es increíble».

El maltrato institucional agrava el daño psicológico, fortaleciendo los sentimientos de injusticia, de indignación y de desconfianza que se muestran bastante resistentes en la recuperación.

Otro factor social que no contribuye a la sanación de estas personas tiene que ver con las informaciones que se manejan en los medios de comunicación, como las dudas acerca de si el Gobierno está negociando con ETA y la polémica en torno a la Doctrina Parot. Estos hechos han generado, como mínimo, confusión y sensaciones de que el camino hacia la paz no se está llevando a cabo con transparencia. De este modo, se refuerzan las víctimas en otra de sus secuelas: la profunda desconfianza hacia todo.

Juan es un policía nacional que resultó herido en el mismo atentado que Antonio. «Estuve sin hablar con nadie de esto durante más de veinte años, nadie me había preguntado cómo me había sentido. Ahora lo que está pasando me parece increíble. En varios medios ha salido la noticia de que la abogacía del Estado se ha opuesto a la excarcelación de Miguel Ricart, el asesino de las tres niñas de Alcàsser. Dice la abogacía que el fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos no se puede extrapolar automáticamente y que la resolución sólo afecta a Inés del Río…»

La primera entrega de esta serie se publicó el pasado viernes día 21 de marzo, y la siguiente y última aparecerá el próximo viernes.