Sorprende la sorpresa de la cúpula judicial ante las reacciones frente al banquillo para Garzón. ¿De veras creían que la gente iba a quedar con la boca abierta, fascinada por la virtuosa escolástica jurídica del instructor? Porque el problema de fondo es ese: que en las nubes del alto poder judicial reina desde siempre la escolástica, un modo de destripar con arte exquisito el cuerpo del asunto, tocando los palillos de la justicia formal para no entrar en la justicia material. En este caso la justicia material es la que pide que la gente pueda enterrar de una vez dignamente a sus muertos, y la formal la que se sirve de interpretaciones cicateras de leyes que cierran el paso, a la vez que interpreta con holgura muy poco penal la prevaricación, todo ello entre adornos y molinetes. Si la gente se rebela contra la escolástica ¿qué será del Supremo? Si yo fuera Dívar, mandaría parar.