El informe califica el control de la energía de los hogares del centro de Murcia con una «G». O sea, con un suspenso. Es el resultado de un estudio elaborado por la consultora murciana Certicalen tras analizar más de mil certificaciones en las viviendas del casco urbano de la capital, especialmente en los edificios construidos antes de 1980, cuya mayoría «suspende energéticamente».

Esta situación redunda en «un incremento de las emisiones de CO2 a la atmósfera», así como en una «deficiencia» en las materias de eficiencia energética global, según indicaron ayer en un comunicado de prensa fuentes de esta consultora especializada en el certificado energético de viviendas y locales, y formada por los arquitectos murcianos Manuel Olivares y Elisabet Salmerón.

La solución que receta la consultora pasa por invertir en «aislamiento térmico» para ahorrar más de un 30% en las facturas domésticas. Esto es: «Hay que lograr que los elementos de una casa que estén en contacto con el exterior aumenten su resistencia al paso del calor, lo que se consigue incorporando materiales aislantes en muros exteriores, cubiertas y suelos, sobre todo», explican desde la consultora.

Así lo reitera también el gerente de Certicalen, Manuel Olivares, quien asegura que «en Murcia, a diferencia de otras ciudades españolas, no existe aún conciencia de que aislando la envolvente de los edificios se alcanzan ahorros en calefacción y refrigeración superiores al 30%». Así, «se evita que el confort alcanzado en las viviendas climatizadas salga con total libertad al exterior a través de sus fachadas», añadió Olivares.

En cambio, en los locales aislados térmicamente «se consigue un ahorro de energía y una disminución del consumo habitual, lo que implica una importante reducción del importe de las facturas domésticas que pueden superar los 1.200 euros al año», según se desprende en el estudio.

Por ello, la consultora aconseja el aislamiento de «los cerramientos por el exterior» ante cualquier alteración estética de las fachadas. «Así se eliminan todos los puentes térmicos, no reduce la superficie útil de las viviendas y ofrece múltiples posibilidades decorativas, entre otros aspectos».

Esta medida de ahorro se llevaría a cabo «sin necesidad de desalojar las viviendas». Y una vez rehabilitado energéticamente el exterior del edificio, «el resultado es un inmueble estéticamente nuevo, como si de una nueva construcción se tratara, con la revalorización correspondiente que pasan a tener todas las viviendas», concluyen.