Sacarse el carné de conducir, con los dieciocho años recién cumplidos y con unas ansias imparables de comerse el mundo, supone un extra de independencia a una edad donde todo está por descubrir. Cuando uno nunca se ha puesto delante de un volante, sacarse el carné puede suponer una verdadera odisea si no se sabe buscar el centro de formación que ofrezca los mayores porcentajes de aprobados ya que, casi siempre, lo barato suele salir muy caro.

Según los datos de la consultora Pons Seguridad Vial, que ha analizado la información facilitada por Dirección General de Tráfico (DGT) con los resultados de las más de 6000 autoescuelas de España para realizar un ranking con los 1700 centro que consiguieron mejores resultados en 2015 tanto en la prueba teórica como en la práctica, la autoescuela Santa Cruz de Caravaca se posiciona como la número uno de España en aprobados del examen práctico, fijándose el porcentaje de aprobados en el año 2015 en un 89,36%.

Antonio García es el propietario de la autoescuela, es la tercera generación, y por su casa han pasado padres, hijos y hasta nietos para conseguir el ansiado permiso de conducción. García cuenta que el secreto del aprobado es muy sencillo: «Todo se basa en el amor que le ponemos cada día a nuestro trabajo, a nuestra profesión y eso es una verdadera suerte hoy », matizando que «otro aspecto fundamental es que nuestros clientes depositen su confianza en nuestra forma de trabajar».

Antonio García explica que ellos no solo trabajan «para que el alumno apruebe un examen, trabajamos para sea un buen conductor». Según el director de Autoescuela Santa Cruz «llevamos muchos años trabajando y ya directamente los padres mandan a sus hijos con la confianza de que vamos a formarles como conductores seguros».

Lejos quedan aquellos SEAT 600 y las primitivas Vespa con las que la autoescuela comenzó a funcionar, donde por la puerta del centro, ubicado en la carretera de acceso a la ciudad de la Cruz, de vez en cuando pasaba algún vehículo. En unos años donde las señalizaciones se podían recitar de carrerilla y el momento más traumático era realizar la temida rampa -anteriormente para obtener el permiso B era necesario realizar una prueba de pista y una de circulación-, además del examen teórico, donde el conductor novel aprendía una serie de términos, hoy en el cajón del olvido, como starter, o lo que era lo mismo «tirarle al aire». Lejos quedan aquellos libros, hoy cambiados por sistemas informáticos, clases interactivas y video tutoriales.

En el caso concreto de Caravaca, además de los nervios propios del examen, había que sumar interminables viajes a Lorca donde se realizaban los tres exámenes.

Hoy la vida ha cambiado por completo, en la Ciudad Santa del Noroeste murciano se pueden realizar todas las pruebas de conducción, ya que además de contar con las vías necesarias, los centros de educación vial del municipio cuentan con una pista de circulación y un aula de exámenes (de la que Antonio García fue precursor) con más comodidades y accesibilidad de la Región de Murcia. Dicha aula se encuentra ubicada en el Centro Multiservicios del Polígono Industrial de Cavila.

El centro Santa Cruz cuenta con vehículos de alta gama para obtener el permiso de conducción. «Ésta claro que el transporte ha cambiado mucho, ahora tratamos otros aspectos como el cambio climático, conducción eficiente y que el alumno tenga un control total de los vehículos de última generación que están saliendo al mercado», explica García quien confiesa que «aquí no vivimos de dar muchas clases a nuestros alumnos, ellos van a examen cuando sabemos que de verdad están preparados», matizando que «sale mucho más barato dar dos clases más, cuando sabemos que las necesitas, que ir a examen con miedo, suspender y entonces ocasionar muchos más gastos innecesarios». Los centros de educación vial ya no solo sirven para obtener los permisos de conducción, ahora se dan cursos para la recuperación de puntos, renovaciones del CAP (Certificado de Aptitud Profesional), necesario tanto para el transporte de mercancías como de pasajeros o cursos de eficiencia en la conducción, entre otros muchos.

Tras superar aquella serie de pruebas y salir feliz con tu 'Ele' de color verde, uno desconocía que tras el placer de conducir se escondía aquello de tributar, pagar seguro, impuesto, ITV, ruedas o las temidas visitas al taller, pero eso con dieciocho años recién cumplidos quizás era lo de menos