Soy malísima, ja, ja, ja. Ayer me di un baño. Nada de una duchita rápida para no gastar, no, un baño con todas las letras y no fue un baño cualquiera, no, fue un baño con sus sales de baño y todo haciendo la mar de espuma.

Pero la cosa no queda ahí, además me lo di con nocturnidad y alevosía, me faltó la premeditación, pero la verdad es que fue algo espontáneo. Ah, y encima, tápense los ojos, me lo di desnuda, nada de bikini ni de bañador, en los cueros vivos, en plan nudista. En resumen, soy malísima, más mala que qué se yo, que la ministra Narbona.

Todo comenzó cuando estaba servidora leyendo periódicos y entre unas noticias y otras empecé a sentirme algo así como muy pequeñita. Me explico: a la Leti, o sea, a la princesa de Asturias, futura reina de España, le van a hacer un musical sobre su vida y sobre la vida de servidora, nada; un maromo la mar de apañado se ha hecho famoso pegando carteles buscando a Susan desesperadamente, en este caso más bien se llamaba Francesca. La tal Francesca, por las mismas, también se ha hecho famosa y a ambos dos, además de ser famosos, les han regalado un fin de semana en un hotelazo y comidas elegantes en restaurantazos, y servidora, con este tipazo, que es que me miro y ni yo misma me lo explico, de lo bien hecha que estoy, nada. La verdad es que a mí un tipo me hace esto, con lo discreta que es una para sus cosas, y me fugo a Despeñaburros del Cañarico, que es un sitio que ni sé si existe, pero al que siempre digo que me voy a ir cuando me agobio; mi sustituto, el Benedicto XVI, ese, se las va dando de valeroso mezclándose con las multitudes fervorosas pasando mucho del papamóvil, y a servidora, el Vaticano todavía no le ha mandado ni un mensaje al móvil con un "perdona, chica, no pudimos localizarte", con la ilusión que a mí me hacía; me he mirado y remirado en el espejo y por más que he hecho unos cuantos movimientos de esos modernos que ahora llaman baile, a punto de descoyuntarme un algo, resulta que no doy el pego para presentarme al casting que organiza un gran centro comercial en busca de una doble de Britney Spears, que si ganas te toca un viaje a Miami para vivir como una estrella durante una semana. Lo más parecido a ser Papa por siete días. Pues tampoco; como remate final, la Narbona dice que lo mismo empiezan las restricciones de agua si no llueve. Lo que faltaba, con el calor que se avecina.

Con todo este pampaneo, y más cosas que no cuento, me iba sintiendo, como decía, muy pequeñita y ya, casi pulguita, me acordé de la reciclaterapia. Parece ser, también por la prensa, que la gente le está perdiendo el gusto a lo del reciclado, servidora, está fuera de peligro, recicla de todo, pero lo que más me gusta es reciclar vidrio. Es una de mis terapias. Cuando una se planta delante del contenedor de reciclado de vidrio, el verde, con los brazos un tanto temblorosos por el peso de las bolsas llenas de botellas de cristal, le ataca algo así como una alegría porque es empezar a soltar las botellas y oírlas como se estallan y hacen ruido y me da como un gusto que se me quitan las penas con cada castañazo. Siempre cierro los ojos por si se escapa un cristalito y se me fastidian los ojos y a medida que caen y se rompen digo: toma, toma, toma. Qué felicidad.

Lo malo es que después de mi último ataque de insignificancia pertinaz, en el cual había aplicado mi reciclaterapia, me había quedado sin botellas y entonces, inasequible al desaliento, opté por seguir los consejos de mi último asesor espiritual, a saber, practicar la meditación. Esto de la meditación es cosa fina y hasta bastante efectiva, lo que ocurre es que servidora ha escogido así en plan mantra la palabra agua, que a mí el agua me relaja cantidad y meditando con el agua, me pasé recordar lo del Agua para Todos y se me vino a la mente lo de darme un baño.

Mientras llenaba la bañera, me decía: nena, vas a dar el campanazo. De esta sales en todos los medios regionales. En cuanto tus vecinos noten, en mi edificio los tabiques son tan buenos que se oye todo, que estás llenando la bañera para darte un baño, antes de que te metas, te está tocando la puerta la policía montada del Canadá.

Pero tampoco pasó nada y eso que, como me sentía un poco culpable, por lo de la sequía y tal, me puse a cantar con bastante ahínco, porque una de dos, o llovía, es que no canto muy bien, o me fichaban para un musical, es que no canto muy bien. Pero ni con esas. Por eso lo cuento, para que todo el mundo sepa que soy bastante mala persona. Bien es verdad que no tengo chalé con piscina ni soy constructora de urbanizaciones con campo de golf, pero ayer me di un baño y soy malísima, ja, ja, ja.