Una doble necesidad sentía la Iglesia en los albores del siglo XIII: frenar el desordenado apetito de riqueza en el clero y dar a sus ministros la ciencia requerida para predicar y defender la verdad, aun en las aulas universitarias.

Dos preclaros varones (el uno italiano, San Francisco de Asís y el otro español, Santo Domingo de Guzmán) se encargaron de resolver el problema, con la fundación de sendas familias religiosas: la de los Franciscanos y la de los Dominicos. Llámanse órdenes mendicantes porque, al igual que los mendigos, sus miembros viven de limosna.

Era San Francisco de Asís hijo de un rico mercader, fascinado por el encanto moral de la pobreza evangélica, infundió el mismo ideal a un grupo de compañeros y fundó la Orden de los Hermanos Menores (Franciscanos), cuya nota sustancial es el desprendimiento de los bienes terrenos. Tuvo muy pronto la orden una difusión asombrosa y su ideario, gratamente, aún subsiste en nuestros días.

Casualmente o no, el perfil del abogado murciano Francisco de Asís Fresneda responde, ya por el nombre de pila, ya por su forma de ser, al santo fundador de los padres Franciscanos. Excelso letrado estudioso e innovador, don Francisco es un apasionado del paisaje en todos sus ámbitos: flores, arbustos, animalillos€ al igual que lo fue el santo italiano.

Hombre curtido en los menesteres de la existencia que, con el discurrir de los años, ha sabido encontrar en los elementos de la naturaleza la esencia de la vida, ya sea en el mar, a bordo de su yate, en el campo o en la montaña junto a la piscina.

El letrado observa la pequeñez y la debilidad humana equiparándola al menor de los seres vivientes: hermano percebe, hermana cigala, hermana ternera argentina; hermana ostra, hermano mejillón, hermano cerdito ibérico, hermano esturión. Observaciones y reflexiones que comparte con sus amigos, como buen enamorado del prójimo. Excelsa figura la del popular y querido abogado Fresneda, hombre humilde, pese a su brillantez intelectual, sus magníficas dotes profesionales, su generosidad y, sobre todo, la bondad que irradia. Todo un santo varón que hace honor al nombre de pila que ostenta: Francisco de Asís.