El arte y la arquitectura como un regalo

Digo lo cierto si afirmo desde un principio que el arquitecto y pintor, licenciado en Bellas Artes por San Fernando, Vicente Martínez Gadea es uno de los profesionales y artistas de mayor nivel en la historia de nuestra Región, uno de los más cualificados técnicos y con una formación académica inmejorable. Y (quizá sea por ello) Martínez Gadea resulta absolutamente generoso con la obra que le interesa de los demás. A pesar de su clasicismo, nos requiere a que situemos en su lugar la importancia de pintores como Marcos Salvador Romera, al que califica como uno de los mejores del arte contemporáneo, y nos pide que vayamos acostumbrándonos a poner a cada cual en su sitio. La libertad creativa del lumbrerense acontece en la emoción del arquitecto con todas las luces de la maravilla. Martínez Gadea, sin duda por la consecuencia de su preparación, tiene un gran oficio en todas sus facetas: cuando proyecta, dirige, pinta o dibuja. Es inteligente para saber valorar cualquier paisaje cultural que tenga que ver con lo que hace.

En su trabajo resulta meticuloso, cuidadoso al máximo, preciso. Son admirados los dibujos de detalle de sus proyectos que realiza con frecuencia a doble escala del 1.1., natural; de insistir con extrema atención en las texturas, capaz de numerar las piezas constructivas de ladrillo o cualquier otro material, para una ejecución exacta de lo que quiere. La perfección es su objetivo, como lo es el punto de encuentro con el medio. Es un estudioso del arte y la arquitectura y está interesado en un paisaje urbano y doméstico mejorado; atento a la pequeña escala, movido por lo cercano, no deja pasar nada sin previo estudio. No tiene capacidad para entender la improvisación ni la ligereza. Aunque admira el azar y el juego que a veces nos regala la pintura sin más trance que echarnos a la cara un lienzo en blanco. Eso le lleva a una dignificación de lo local, a la tradición o a la artesanía.

Sus obras son numerosas, también públicas. Fue el arquitecto del pabellón de Murcia en la Exposición Universal de Sevilla, del 92, diseñado para ser desmontado al finalizar el evento y trasladado a Murcia, cuestión a la que se renunció políticamente en su día. La cultura extensa de Martínez Gadea le permite siempre un ejercicio de inteligencia y buen humor en cualquier lugar y presencia. Como él mismo dice debemos acostumbrarnos a poner las cosas en su sitio, también las suyas, afirmo, y se requerirá un estudio de su obra en profundidad. Es necesario.

Consecuente con todo ello, en los últimos tiempos ha procurado rescatar de cierto olvido a figuras de la arquitectura como Pérez Piñero o Justo Millán, cuya obra nos toca muy de cerca.

Siendo como es Vicente Martínez Gadea, no me extraña que esté interesado en el proyecto del de Hellín, de la Plaza de Toros de Murcia y la diseñada gemela y desmontable para París, en exposición universal de su tiempo, que son una exquisita evidencia del perfeccionamiento constructivo con el que él nos alecciona.