Si les digo el nombre de Jeromín quizás no le suene de nada. Pero si les digo don Juan de Austria, el asunto cambia. Durante la infancia del hijo bastardo de Carlos I de España y V de Alemania recibió ese entrañable apelativo. Magnífica película, Jeromín, la que dirigiera Luis Lucia e interpretara magistralmente Jaime Blanch acompañado de Rafael Durán, Ana Mariscal y Adolfo Marsillach en el papel de Felipe II, cinta que es toda una semblanza de la España imperial tan de moda en los años cincuenta, donde se narran la infancia de Juan de Austria hasta su llegada al monasterio de Yuste, donde conocerá a su ya anciano padre, el emperador.

La lucha contra los turcos había empezado en tiempos de los Reyes Católicos y adquirió importancia en el reinado de Carlos V y proseguida por Felipe II. Ante el peligro de una invasión de Europa, el papa San Pío V logró formar la alianza que se llamó Liga Santa, de la que España formó parte como principal potencia. Se organizó una escuadra de 264 naves y 80.000 hombres, y al mando de ella estaba don Juan de Austria que era un militar formidable. Entre sus hombres estaba Miguel de Cervantes Saavedra. Fue en el golfo de Lepanto donde las armas cristianas obtuvieron uno de los triunfos más gloriosos que registra la Historia, y fue allí donde dejaron manco al señor Cervantes.

Al margen de la victoria contra el turco, don Juan de Austria marcó estilo en el vestir, ya que supo crear un antecedente claro del sky-jama, prenda de dormir muy de moda en los años sesenta, con elásticos en tobillos y mangas que evitaban que las perneras se subieran hasta la ingle durante el reposo en el tálamo. También fue don Juan uno de los primeros en usar los cómodos leotardos (como se aprecia en la imagen), que combinaba muy bien con la coraza y una especie de calzoncillos vaporosos que agilizaban gracias a sus rendijas, la micción.

José Ángel Castillo Vicente, de haber vivido en el siglo XVI, hubiese hecho lo imposible por conocer a don Juan y se hubiera alistado entre sus tropas, con la única intención de conocer a Cervantes, tratando así de evitar que lo dejaron manco y convirtiéndose en un héroe inmortal. De otro lado, don Juan de Austria y Castillo Vicente eran angelicalmente rubios en la niñez. El primero fue un magnífico general y Castillo emociona con su arte y sensibilidad a quien lee sus fantásticos poemas.