¿Cómo fueron sus inicios deportivos?

Iba al colegio del barrio del Carmen y lo único que no quería era hacer gimnasia, intentaba huir por todos los medios. Pero allí Rosa Centenero Banegas, pionera de la gimnasia en la Región, hizo una selección de niñas y me cogió para irme a entrenar al Nelva.

¿Y cómo la engañaron?

Porque las profesoras dijeron ese día que todas teníamos que ir al patio y no pude escaparme.

Pero usted llegó al equipo nacional.

Así es, gracias a Rosa Centenero, que era una de las mejores entrenadoras de España. Ella empezó con la gimnasia deportiva, que hoy es artística, y me llevó a Bélgica a competir.

¿Cuántos años estuvo en la selección?

Estuve un año, pero hacía gimnasia artística. En 1974 trajeron un entrenadora búlgara, Ivanka Chakarova, para formar la primera selección española de rítmica. Me seleccionaron a mí y a Carmen Lorca Sánchez, otra chica de la Región, y allí nos fuimos.

¿Sus padres veían bien que una niña de 14 años hiciera deporte y se fuera de casa?

Era difícil, pero mi madre ha sido siempre muy valiente y me ha apoyado, al igual que toda la familia. Cuando se formó el equipo nos llevaron directamente a una concentración a Bulgaria y estuvimos allí dos meses y medio preparando el Mundial de 1975.

Cuénteme qué le pasó en ese Mundial.

Pues que se retrasó tres días por la muerte de Franco.

¿Nunca le dieron ganas de volverse?

No, pero fue muy duro. Cuando nos marchamos a Bulgaria nos fuimos tres chicas solas y no sé ni cómo llegamos, porque éramos unas niñas y tuvimos que hacer transbordos, pero al final lo conseguimos.

¿Y qué le enganchó, porque es un deporte muy sacrificado, que requiere de muchas horas?

Porque me llenó y me motivó tanto Rosa Centenero, que estalló algo dentro de mí. Fíjate que a mí, en 8º de EGB, me lo suspendieron todo porque solo pensaba en los entrenamientos y mi madre me dijo que no me dejaba ir a Bulgaria. Entonces tuve que ir a hablar con el director del colegio, al que le prometí que iba a estudiar, y me lo aprobó todo con un 5 para que me pudiera ir. Es que la gimnasia lleva mucho trabajo detrás y en aquellos comienzos Murcia no estaba como ahora. Cuando salía del colegio Mariano Aroca me iba sola hasta el Nelva andando, y cuando terminaba de entrenar a las diez de la noche, cogía varios autobuses para poder llegar a casa, en el barrio del Progreso.

¿Ha cambiado mucho este deporte?

Ha evolucionado mucho y profesionalmente hablando hay muchas cosas que no me gustan actualmente. Cuando eres gimnasta te da igual entrenar sábados y domingos. Te puedo decir que mi primer Bando de la Huerta lo viví a los 37 años, porque esos días siempre entrenábamos, no había lugar para la fiesta. Y todo pese a que con 19 años, nada más salir del equipo nacional, me quedé embarazada. Conocí a mi primer marido, Andrés Melenchón Sánchez, también deportista, y pasó.

¿Después de ser madre volvió a ser deportista?

Cuando me quedé embarazada lo dejé durante un tiempo, después me separé del padre de mis hijas y empecé a dar clases en todos los pueblos de la Región, porque me lo he zapateado todo.

¿Y cómo montó la primera escuela?

Tras separarme en 1983, empecé a mandar mi currículum a todos los clubes y ayuntamientos. Yo no tenía ni el título entonces, pero recibí infinidad de llamadas. Una fue del Patronato de Deportes de Murcia, algo que me sorprendió e incluso les llamé diciéndoles que se habían equivocado de Rosa, que ellos buscaban a Centenero, no a mí. Montamos la primera escuela municipal de rítmica de la Región con la ayuda de Juan Sebastián López Asensio. Empezaron a salir gimnastas y la primera que llegó al equipo nacional, Elvira López, regresó un poco descontenta y fue cuando creamos el Gymnos´85.

A continuación llegó la constitución de la Federación Murciana. ¿Cómo lo hicieron?

Sí, nos fuimos a ver a una exentrenadora mía, Carmen Algora Sanjuan, la primera mujer que presidió una federación deportiva de España, aunque no sabíamos que tenía ese cargo. Nos animó y nos lanzamos a formar clubes porque necesitábamos cinco. Pedí ayuda, hicimos cursos de formación de técnicos y entonces me llamó Enrique Martínez desde la Comunidad Autónoma, a quien elaboré un proyecto de escuelas deportivas. Nos fuimos por toda la Región dando cursos y exhibiciones.

¿De qué se siente más orgullosa?

Me siento orgullosa porque sé que he hecho mucho en formación de técnicos. Vamos ya por la tercera generación de entrenadoras. Hay gimnastas que aún compiten y que ya son técnicos. A todas ellas les estoy muy agradecida, porque sin ellas nada sería igual.

Hubo un tiempo con quejas de los padres hacia las jueces. ¿Es que los padres son mala influencia?

No, a los padres no se les va la cabeza, se nos va a los técnicos. Hay que ser un buen profesional y saber qué transmitimos tanto a las gimnastas como a los padres, que son los que dedican el tiempo para llevarlas. Si no fuera por ellos, sería imposible tener la gimnasia que tenemos hoy en día, que es una potencia nacional. Lo que pasa es que hay mucha gente nueva que se quiere comer el mundo. Lo que nunca voy a considerar es que una entrenadora juzgue a sus gimnastas. Yo soy juez y nunca me he sentado a puntuar, porque no es ético.

¿Y en qué momento están, porque cada día hay más niñas haciendo rítmica, incluso la demanda supera a la oferta de escuelas?

Pues gracias al Servicio de Deportes del ayuntamiento de Murcia, desde donde ayudan día a día, la gimnasia está en un momento apoteósico, y ahora también tenemos otra disciplina, que es la estética, con campeonas del mundo. Echo en falta, por contra, que los técnicos se tienen que preparar más, porque no solo se trata de hacer los cursos de formación. Formamos gimnastas, no intereses.