A finales de diciembre se cumplirá un año desde que Raúl Moro accediera a la presidencia del Real Murcia, pero fue ayer, el día que todas las miradas estaban puestas en Cataluña, el 1 de octubre, cuando el máximo mandatario grana comprobó en sus propias carnes cómo se las gasta la afición del Real Murcia cuando se le promete una cosa y luego se ve algo distinto.

Con el empate del Mérida a cinco minutos del final todo el mundo soltó la ira que llevaba dentro. Los abonados que se sientan en la tribuna no se lo pensaron dos veces para dejarle claro al presidente que esta historia no es la misma que se les vendió en verano. Algunos seguidores reclamaban la atención del empresario extremeño para señalarle el terreno de juego y a su vez a unos jugadores que no están dejando en buen lugar a sus valedores. Dieciocho fichajes en una revolución de un equipo que había llegado a la segunda ronda del play off de ascenso y una inversión muy superior al resto de la categoría con sueldos irrechazables se ha traducido en siete jornadas en un clima de inestabilidad marcado por los malos resultados que nadie podía pensar cuando los dirigentes granas tiraron la casa por la ventana para confeccionar, según ellos claro está, una plantilla que iba a luchar por ser primera desde el inicio liguero, aunque ahora mismo esté mucho más cerca de los puestos de descenso que de la parte más agradable de la clasificación.

La solución más inminente, parece casi inevitable, es que el despido de Manolo Sanlúcar se convierta en una realidad en las próximas horas, pero todo el mundo sabe que la cuerda se romperá por la parte más débil, la de cesar al entrenador, ya que al margen de si el técnico andaluz era o no el más adecuado para una plaza tan exigente, los primeros que han fallado han sido los jugadores, principales culpables de la situación que vive la centenaria entidad en un año que se presumía muy diferente al que se está viviendo. También es evidente que la mala planificación deportiva le ha sacado los colores a más de uno, ya que el Murcia está formado por un montón de jugadores con un buen cartel, pero que no han sido capaces de demostrarlo todos juntos. Y a base de individualidades es casi imposible cumplir los objetivos.

Que Sanlúcar decidiera ayer dejar en el banquillo a jugadores importantes que no están dando su mejor nivel como Armando y David Sánchez demostró la personalidad de un entrenador sincero en el banquillo, no tanto en la sala de prensa, que quién sabe si no quiso hacer gala de su autoridad antes de que Deseado Flores se decante por otro técnico tras siete jornadas en lo que sería otro fracaso personal en la lista del director deportivo de la entidad murcianista.