¿Por qué vino a España?

En Ecuador estaba estudiando y conocí a mi expareja, que es el padre de mi crío, que se vino para acá a trabajar. Al tiempo yo también di el paso de venirme a España con la idea de estar dos o tres años aquí, pero las cosas no salieron como esperábamos. La relación se acabó y cada uno tiró por su lado, pero yo decidí quedarme.

¿Y cuándo le dio por hacer deporte?

Después de la separación sufrí bajones, pero pensé que la vida seguía y que tenía que hacer algo. Entonces me dio por ir a un gimnasio, hice cursos de monitora, me saqué dos títulos, pero también me dio por correr para salir de la rutina. Un día una amiga me vio corriendo por el río y me dijo que llevaba muy buen ritmo, que por qué no me apuntaba a la Ruta de las Fortalezas de Cartagena, que no tenía ni idea de lo que era. Cuando me dijo que era una carrera de 53 kilómetros ni me lo pensé, le dije que me apuntaba. Solo llevaba dos meses corriendo, no llevaba más.

¿Cómo fue esa experiencia?

La carrera iba perfecta, tenía planificado terminar en cinco horas y media porque llevábamos muy buen ritmo, pero mi amiga se lesionó e hicimos parte de la Ruta caminando. Pero ese día me di cuenta de que se me daba muy bien subir.

¿Pero cuánto tiempo hace de eso?

En 2015, solo llevo dos años corriendo, nada más.

Y de ahí pasó a las carreras de montaña.

Sí, porque conocí al presidente de mi club, Ginés Arroyo Moreno, del Espuña Trail, que me invitó a entrenar con él. Yo le dije que era deportista de gimnasio, de hacer spinning y cosas de esas, pero que correr no era lo mío. Pero cuando llevábamos un rato me dijo ´menos mal que no eres corredora, porque si lo fueras...´. A raíz de eso me apunté a otra carrera, pero quería retos grandes y me gusta la montaña.

¿Pero en Ecuador hacía deporte o no?

Igual que aquí, solo iba al gimnasio y me gustaba hacer aeróbic y baile, pero eso era con 16 y 17 años. En el último año de bachillerato en mi país te ponen una asignatura que es para irte con los militares, que consiste en salir a trotar y otras actividades que hacen ellos, como escalada.

Ya me gustó entonces, pero para quedarse en los militares tienes que tener dinero.

La primera carrera que hizo fue la Ruta de las Fortalezas. ¿No le dijeron que estaba loca por eso?

No, para nada. De hecho iba muy bien y subir no me costaba nada. Fíjate que a la una de la tarde ya solo nos quedaba el último pico, el más duro, pero dio la casualidad de que mi amiga se lesionó y ahí nos vinimos abajo.

Pues pese al poco tiempo que lleva, acumula ya unas cuantas carreras ganadas.

Mi entrenador siempre dice que sin entrenar hacía lo que hacía, ahora que sigo una planificación tengo que mejorar. El problema es que a principio de esta temporada me lesioné, me torcí el pie cuando me estaba preparando para la Transgrancanaria, de 82 kilómetros, y por un fallo humano de mi fisioterapeuta, que al ponerme acupuntura me tocó el nervio peroneal y el ciático, fue a peor. En Gran Canaria, cuando iba quinta, me tuve que retirar en el kilómetro 64 porque me dieron rampazos en la pierna. Era peligroso seguir y me puse a llorar de impotencia porque había invertido mucho tiempo y dinero para ir hasta allí.

¿Qué pruebas tiene marcadas en rojo que le gustaría hacer?

Quiero volver a Gran Canaria porque se me torció la cosa. Pero el próximo objetivo es Aitana, en la sierra de Alicante, que es de 63 kilómetros.

¿Recuerda su primera victoria?

La Yeti Trail de 42 kilómetros. Recuerdo que después de las Fortalezas me apunté a una de 33 kilómetros, pero entonces no me lo tomaba en serio porque no corría con asiduidad. Pero mi amigo Ginés me habló de la Yeti Trail, de 2.300 metros de desnivel por Sierra Espuña. Me llevó a entrenar una parte del recorrido y me quedé enganchada totalmente a la montaña, porque me sentía muy bien corriendo pese a que me caí en una bajada, cosas de novata. Pero me salió muy bien la primera vez que hice la carrera, que para no haber entrenado estaba muy bien quedar tercera, y el año pasado repetí y gané con 5 horas y 25 minutos.

Por lo que veo, le ha servido el deporte para conocer nueva gente y olvidar su separación.

Sí, sufrí depresiones y continuamente me daban bajones porque no superas muchas cosas. Yo tengo dos hermanas aquí, pero como es lógico cada una hacemos nuestra vida porque España no es como en Ecuador. Me vi sola aunque la gente del gimnasio me quiere un montón, son como mi segunda familia, y uno de mis monitores, Roberto Ramírez, que es como mi ángel, me animaba cuando me veía mal. Me tiraba muchas horas en el gimnasio, haciendo spinning, y poco a poco fui dejando las tonterías de las pastillas. Pero correr fue lo que más me ayudó a salir del bache y me ha llevado a sentirme bien conmigo misma, plena y feliz. Cuando corro me siento libre y es algo que me apasiona.

Y cuando no podía entrenar, ¿qué?

Los días que no podía entrenar por la lesión me daba bajón y me comía mucho la cabeza.

¿Ahora tiene planes de volver a su país?

La verdad es que no. De visita sí, pero a vivir no me lo planteo, no he pensado en eso. Ahora mismo estoy muy contenta y en mi país me están tramitando una beca para que pueda estudiar aquí porque siempre he querido hacer Periodismo o Psicología.

¿Y ha notado rechazo en alguna ocasión en España por ser inmigrante?

En alguna ocasión sí me sentí como si fuera diferente, que me han menospreciado, pero no lo he tomado mucho en cuenta, aunque es cierto que sí me ha afectado un poco. Siempre me quedo con lo mejor y digo que lo que no vale se desecha.