Siento un sabor agridulce que me gustaría compartir con ustedes. Y es que, por si algún lector lo desconoce, el club de futbol Minerva-Cartagena Féminas ha ascendido a la 2° División de fútbol profesional. Hasta aquí todo muy bien. El problema viene cuando uno se entera de que tras el ascenso, dicho equipo no ha sido homenajeado como debiera ni por supuesto ha recibido subvención municipal o gratificación extraordinaria alguna hasta la fecha. Resulta paradójico comprobar que existe un trato institucional tan desproporcionado, cuando a diario se nos habla del fomento de las políticas de igualdad. De hecho nada equiparable el trato al de sus colegas los del FC Cartagena, y fíjense que lo de éstos es un campeonato de liga y lo de ellas es un ascenso a una categoría superior, colocando al equipo, hasta la fecha, en la mayor categoría del municipio. Pero claro, ya saben, que la igualdad entre el hombre y la mujer, es más fachada que corazón.

Me cuenta la capitana del Minerva-Cartagena Féminas, Leticia Calvo, que se han sentido discriminadas por parte de la directiva del FC Cartagena, al negarse a hacerles un pequeño homenaje en el estadio Cartagonova, en el descanso del partido del Cartagena-Alcoyano. La excusa según afirma la jugadora es que el presidente, el señor Francisco Belmonte, les dijo que la RFEF prohíbe hacer cualquier tipo de acto en una fase de ascenso. Ellas solicitaron, a través de su presidente, el señor Reverte, y de su entrenador el señor Tano Moltó, ponerse en contacto con la Federación. A lo que la entidad respondió que si el club solicita dicho homenaje no hay ningún problema. Tras esto, contactaron con el FC Cartagena quien nuevamente se negó a aceptar la petición, sosteniendo que no organizan ningún tipo de homenaje. En cambio hace un año se hizo un homenaje a Pasticos-Romero por su ascenso a Primera del fútbol sala. Además también me cuenta la señorita Calvo que no entiende tampoco por qué no les ha recibido todavía el Alcalde ni el Concejal de Deportes.

Damas y caballeros, todo esto no hace más que minar la ilusión y las ganas de esfuerzo y sacrificio de estas heroínas, porque correr tras un balón lo puede hacer cualquiera, pero pasear por toda la región el nombre de nuestra ciudad con lucha y valentía, ya es otro jardín. Orgullo cartagenero es lo que debemos sentir, y no complejos absurdos que lo único que consiguen es ensombrecernos y tirar por tierra todo el trabajo. Y es que no pedían tanto nuestras futbolistas, sólo ofrecer su premio al público y recibir los ansiados aplausos de un estadio que las ha visto crecer. Así que desde aquí, aprovecho para pedirle al legislador, el cual pretende transformar profundamente la sociedad en la que vivimos mediante su ingeniería social, que sea consecuente con lo que busca y que si lo hace, lo haga de verdad. Que reparta equitativamente las subvenciones para el futbol y ofrezca lo mismo a las mujeres que a los hombres. Porque para defender algo hay que hacerlo con todas las consecuencias, así que menos semaforitos inclusivos, igualitarios y paritarios y más apoyar a quienes corren por estos campos del sureste.