Tan difícil de entender que cuesta creerlo. El listín de adjetivos negativos queda escueto para calificar la decepción generalizada por el resultado del choque de ayer entre UCAM Murcia y Alcorcón. Pero el lastre de errores, tanto en definición en ataque como en el planteamiento, terminó por pesar más que el buen juego de la primera parte y la racanería del conjunto visitante.

El Alcorcón de un viejo conocido como Julio Velázquez se sustenta en patrones futbolísticos tan básicos que parece insultante para el fútbol que no haya perdido ya la categoría. Pero su trayectoria reciente en sus duelos lejos de casa le ha permitido llegar vivo a la última jornada de Liga. Al contrario que el UCAM, que aunque sigue dependiendo de sí mismo para mantenerse en Segunda, no solo se pega un tiro en el pie tras este resultado, sino que ha vaciado un cargador completo sobre sí mismo.

Las cuentas son tan sencillas que el UCAM, la próxima semana en Tarragona, debe ganar. Pero ahora, además, jugando con el factor extra que otorga jugártelo todo en la última jornada, a cara o cruz.

Francisco no efectuó la mejor lectura para un partido que podía complicarse si a su contendiente, Julio Velázquez, le salía bien la jugada. Y vaya si le salió. El técnico del UCAM se dejó llevar por la buena primera media hora efectuada por sus pupilos. Cegado por las buenas y variadas oportunidades de los suyos, no quiso reajustar la ofensiva cuando las cosas se torcieron en la segunda mitad. El gol alfarero, antes del descanso, pesó tantísimo por todo lo desperdiciado antes por el UCAM.

Con los dos conjuntos centrados en no precipitarse y, sobre todo, en no errar en conceptos básicos, ninguno de los dos salió a por todo. Hasta que una doble ocasión, en el minuto 12, rompió el hielo. Con Manolín marcando las pautas, y con Vicente, Pere Milla y Nono rompiendo líneas y espacios con su movilidad, el UCAM tuvo ocasiones clamorosas para adelantarse en el marcador de forma sobrada.

Pero la falta de acierto de un Pere Milla que necesita diez tiros para meter un gol, y con Jona literalmente asfixiado entre los tres centrales alfareros, las prestaciones ofensivas se quedan claramente lastradas. Primero Vicente tras un jugadón individual, probó con un buen disparo cruzado y raso a Dmitrovic, que despejó abajo con la manopla izquierda. Pere Milla volvió a probar en el rechace, pero Dmitrovic, con una velocidad y uan agilidad increíbles, llegó para desviar en lo que sin duda se convirtió en la parada de la jornada.

El Alcorcón, que no veía más allá de defender y alargar el partido hasta el final para conseguir aprovechar una de las pocas ocasiones que sabían que tendrían, encontraba en un verdadero jugón como Iván Alejo a su talismán, a su salvador. El chaval de 22 años, en la faceta ofensiva, es el Alcorcón. Reventó en velocidad a Góngora, Albizua, y a todo el que salía a su paso.

Entre tanto, la escuadra universitaria seguía aprovechando los fallos defensivos que el Alcorcón cometía en su línea de zagueros. A la media hora de partido, un centro raso de Tekio quedaba franco dentro del área para que Pere Milla rematase. Dani Toribio, un ex murcianista, desvió lo justo para que la pelota rozase el travesaño. Además, Nono, que cazó un balón en el segundo palo en clamoroso fuera de juego, también se estrelló con Dmitrovic.

Y tras esto, el sonrojo. Tras un cambio de juego sensacional del centrocampista Tropi, Alejo la pinchó en banda derecha para sembrar el caos a su paso. Con la puntera de la bota echó la pelota en largo, dejó a Góngora clavado, y puso un servicio raso a la frontal para que Pablo Pérez golpease con el alma. Precisión quirúrgica la del mediapunta, que alojó el cuero en la mismísima escuadra tras un toque perfecto al primer toque. La jugada le salía redonda a Velázquez. Si el planteamiento ya estaba siendo tan rácano como esperado, la trinchera que el técnico salmantino preparó al UCAM en la segunda mitad fue de película bélica.

Los de Francisco no supieron reaccionar: ni manteniéndose sobre la idea inicial; ni con la frescura de los cambios; y sobre todo, por la apatía generada por el golpe moral de encajar un tanto antes del descanso. Demasiado estático, y con Jona sin poder tocar siquiera la pelota, Francisco retiró a Nono y Vicente, los más activos, para dar entrada a Salvador y Natalio, sin acierto. Los jugadores perdieron la confianza para ganar en nerviosismo. Patadones, juego constante en largo, y movilidad nula.

David Rodríguez, pichichi alfarero que saltó al campo en el minuto 75, casi rubrica la sentencia en un gran contragolpe. No obstante, Biel Ribas, en la que fue su única intervención del partido, atajó en dos tiempos con mucha sobriedad.

Incluido un paréntesis en el que Nono, ya sustituido, fue expulsado por protestar, el Alcorcón perdió más tiempo en los últimos veinte minutos del partido que probablemente en toda la temporada. El desquicio se apoderó por completo de las cabezas. Solo quedaba el corazón para conseguir el empate, el punto que salvaba al UCAM y que devolvía al Alcorcón al abismo. Góngora la tuvo en su zurda en el añadido. Desde unos 23 metros y con media portería para él, la pelota dibujó una parábola demasiado exagerada que no encontró la escuadra por poco. El abatimiento se apoderó de los futbolistas universitarios mientras el pitido final retumbaba en los tímpanos de los presentes. Imperdonable e inesperado. La próxima semana el UCAM visita Tarragona en un partido que no es una final: es un embrollo del que puede ser muy difícil salir.