«Para mí lo mejor sería regalar las acciones por un euro o por 0,50, pero esa no es la solución. No, porque hay una deuda y hay que hacer frente a ella. Irme sería crear una inestabilidad sobreañadida a la realidad que tiene el Real Murcia. Seguiré adelante hasta donde las fuerzas alcancen, hasta donde podamos llegar, pero haciendo el máximo esfuerzo». La respuesta la daba a este diario Jesús Samper en julio de 2014 en la que fue su última gran entrevista a un medio de comunicación. Un año y medio después el corazón del madrileño dijo basta. Ayer, a los sesenta y cinco años, el presidente y máximo accionista de la entidad centenaria fallecía en Madrid poniendo fin a una etapa de diecisiete años en el Real Murcia, periodo en el que destacan las alegrías conseguidas cuando su grupo aterrizaba y las tristezas que se han ido acumulando en las últimas temporadas. Nada, ni las deudas, ni los gritos, ni el descenso administrativo, ni la soledad, ni ningún otro problema, quitó las ganas al ya fallecido empresario para sacar adelante a un club que solo abandonó durante unos meses en 2009. «En la vida tienes que enfrentarte a las circunstancias y a la situación que te viene. No magnifiquemos las cosas, y sí enfrentémoslas. Esa es mi filosofía». Y con ese lema, que recordaba en esa extensa entrevista concedida el 25 de julio en Nueva Condomina, siempre ha trabajado desde que la empresa Santa Mónica se hiciera con el control del Real Murcia en noviembre de 1998. Unos meses después, en marzo de 1999, el club grana vivía su primera junta de accionistas en el Hotel Meliá Siete Coronas. Joaquín Romeu era nombrado presidente y Jesús Samper asumía la vicepresidencia.

Pronto llegaron los éxitos y las alegrías. Fueron momentos de vino y rosas, de baños en La Redonda, con una comunión entre directivos del club y autoridades municipales. La estabilidad económica hizo olvidar los encierros y los impagos, y a la vez que los políticos respiraban tranquilos, los aficionados disfrutaban de las buenas noticias que llegaban desde césped. Primero fue la vuelta a Segunda en la temporada 1999-2000. El gol de Pepe Aguilar que significó la victoria frente al Granada devolvía al Rey a la categoría en la que había faltado durante seis temporadas, incluyendo una en Tercera División. Un año después, ya con Jesús Samper como presidente del Real Murcia y con la construcción de un nuevo estadio para la ciudad en el sueño de todos, nadie se conformaba con consolidarse en Segunda. Todos, especialmente el madrileño, miraban a Primera. Y el ascenso a la máxima categoría se puso a tiro en la campaña 2002-2003, incluso antes de lo esperado. David Vidal lideró a un equipo que sigue en el recuerdo de todos los aficionados y que sorprendió arrollando en una liga en la que fue campeón. Catorce años después, el escudo del Real Murcia se volvería a pasear por la máxima categoría. No fue el único ascenso a la liga de las estrellas. En el 2007, en esta ocasión con una plantilla encabezada por Lucas Alcaraz y echa a golpe de talonario, el madrileño volvía a colocar a los murcianistas entre los mejores. Y lo hacía estrenando casa, porque a finales de 2006 los granas dejaban La Condomina para trasladarse a un estadio de cuatro estrellas (30.000 espectadores) y que unos meses antes solo veía en pie el empresario madrileño.

Pero su gran asignatura pendiente fue consolidar al club en Primera División. Las dos veces que lo tuvo en su mano no fue capaz de conseguirlo. Si en 2004 el paso por la liga de las estrellas acabó muy pronto, en 2008 la historia se volvió a repetir. En este caso con un añadido, el gran esfuerzo económico realizado, con jugadores que tenían contratos millonarios, no solo no se vio reflejado en el terreno de juego sino que además generó una deuda económica que a día de hoy tiene al club en el alambre. Al empresario le faltó reflexión, una visión alejada del forofo, como el mismo reconocía posteriormente, una línea de trabajo en la que el dinero no fuese lo más importante. Y también rodearse de gente capacitada, que sintiese como propio el dinero que malgastaba y del que incluso se beneficiaba.

Ahí acabaron las alegrías para empezar un caminar por el desierto. Para sorpresa de todos, cuando 2008 finalizaba y el Real Murcia se iba de cena para cerrar los actos de su Centenario, Jesús Samper anunciaba que abandonaba el club. Todo quedaba en manos de su cuñado y socio hasta ese momento, Juan Manuel Trujillo. En apenas dos meses pasaron por la presidencia Juan Antonio Samper de manera interina, Manolo Álvarez y Juan Guillamón. Cuando todos se preguntaban qué iba a ser del Real Murcia y en qué manos iba a quedar un club que en ese momento ya acusaba los grandes despilfarros realizados tanto en la campaña del ascenso a Primera como en la de la máxima categoría, Jesús Samper reapareció para asumir el control total de las acciones y mandar un mensaje de que su responsabilidad con la entidad estaba por encima de todos. Sin embargo, lo que posiblemente no sabía en ese instante Jesús Samper era que los sinsabores serían constantes.

Un descenso más que trágico en Girona, con un gol en el último instante que condenaría a los granas, un convenio de acreedores que nació con mucha esperanza y que unos años después no sirvió para nada y un descenso deportivo que le hizo salir escoltado de Nueva Condomina después de dar posiblemente su rueda de prensa más difícil desde que aterrizó en la entidad murcianista y que luego no se consumó gracias al castigo administrativo del Guadalajara, lo que devolvía a los granas a Segunda.

Después de alcanzar los play off y quedarse al borde de volver a Primera en una temporada en la que se entendió que el dinero no lo es todo, Jesús Samper vería como la Liga de Fútbol Profesional, encabezada por su 'enemigo' Javier Tebas, le cosía un «traje a medida» para enviarle al pozo. Una decisión que sigue pendiente de que los tribunales decidan.

Algo que ya no podrá ver el empresario madrileño como tampoco se sentará más en un palco de Nueva Condomina al que dejó de asistir en los últimos tiempos para evitar problemas mayores, lo que no significó que un pequeño sector de la afición le recordase con gritos de 'Fuera Samper'. Pero solo la muerte le ha hecho desistir de un Real Murcia que cogió en 1999 y que llevó dos veces a Primera División, además de dotar a la ciudad de un estadio para 30.000 espectadores por cuyo palco pasaron los mismos que después le dieron la espalda. Un estadio en el que, guste o no, siempre estará presente una placa que lleva su nombre.