Antaño, Nyman fue un incisivo crítico musical, pero ya lleva tiempo disfrutando del éxito como compositor. Seguro que está satisfecho con ese giro en su carrera: publica material como churros a cambio de lucrativos contratos para álbumes y bandas sonoras.

Sin haber ejercido la influencia de un Philip Glass ni haber compuesto temas para el cine que hayan alcanzado la categoría de himnos, como en el caso de John Williams, Michael Nyman se ha abierto camino poco a poco, reuniendo una amplia base de seguidores que llena sus solicitadísimos conciertos. Su música posee unas cualidades fuera de cualquier etiqueta, da igual que sea música minimalista, barroca, clásica o casio-pop. Asimismo, Nyman conserva el sentido occidental de la dirección y el clímax que rechazan sus contemporáneos estadounidenses Steve Reich y Philip Glass. Su barroquismo, su simplicidad, su cuestionado minimalismo, su facilidad para la melodía, su lirismo, su capacidad para la enervación ajena, su falta total de modestia, sus lazos con la música experimental, su conocimiento... Nos encontramos ante un músico capaz de tocar la sensibilidad del más variado público.

La Michael Nyman Band aterrizó en el Cartagena Jazz celebrando 40 años de música con un espectáculo denominado Anthology. Se presentó con un conjunto de 11 músicos de técnica irreprochable y extrema sensibilidad, sentados en tres niveles. De espaldas al público, con las gafas sobre su calvorota (solo las baja para mirar al público), como si estuviera en un aula, sentado al piano como recomiendan los grandes pianistas (sin ocupar del todo en la banqueta: esto evade la rigidez. Da las entradas marcando un compás, o empieza tocando él solo y sumándosele la orquesta, formada por un cuarteto de cuerdas y 6 músicos de viento, muchos de los cuales tocan varios instrumentos, y una guitarra eléctrica baja. No hay percusión. La produce el propio Nyman al piano, marcando los obstinados ritmos, a veces golpeando con una sola mano.

Dividió el programa en dos partes. En la primera, más lírica, clásica y conservadora, surgió su nervio, aquella manera de componer que provoca adhesiones y rechazos. Su música funciona en un contexto cinemático. Estaban los ritmos purcellianos, inicialmente exuberantes, reconfigurados y oscurecidos, de Chasing Sheep is Best Left to Shepherds (The Draughtsman's Contract), lo viejo y lo nuevo acuñados con frescura renovada. En los primeros números también acometieron An eye for optical theory, un tema en canon que descansa sobre estructuras neobarrocas y elementos que parecen calcados del klezmer, combinados para crear una especie de melancolía hipnótica que sería más efectiva si no fuera tan implacablemente banal; y los cuatro movimientos de las Water dancers. Siguieron con Memorial, compuesta en memoria de los seguidores de la Juventus que murieron en el desastre del estadio Heysel, una melodía larga y dolorosa, llena de intensidad, que simplemente se queda suspendida en el aire, que dejó al público sin aliento. Las citas a Los libros de Próspero, construcciones bellas e inquietantes, embelesaron con ecos posmodernos que conservan su esplendor. Ya en la recta final, tras Drowning by numbers, Nyman volvió con un bis en el que brindó en solitario The heart asks pleasure first, tema principal de la banda sonora de El piano, de Jane Campion; el último gran 'hit' de una carrera que acercó a las masas una idea de vanguardia. En la platea se veían brillar las pantallas de los móviles. Cuando terminó, Nyman se levantó, saludó con una reverencia y desapareció tras el telón para reaparecer con toda la banda e interpretar City of Turin como colofón.

Poco parece haber cambiado con los años. Sigue siendo difícil encontrar el atractivo de esta música ostentosa, semi-pop amplificado que no es ni chicha ni limoná. Su estilo característico, fácil y alegre -ahora algo menos basado en repetitivos ritmos anestesiantes, aunque todavía sujeto a progresiones del mismo acorde hasta el hastío-, suena a pop para la gente que odia el pop, y suena a vanguardia para quienes rechazan las moderneces. El propio Michael Nyman se ha vanagloriado de ser el primero en convertir la música clásica en pop. Minimalismo para consumo de masas.