­Cuarenta años en la carretera y una cámara de bolsillo en la chaqueta. A Ángel Fernández Saura (Murcia, 1953) todavía le queda carrete, aunque «el presupuesto es bajo y el futuro no se presenta halagüeño». Después de cuatro años, prácticamente en blanco, el pasado año el bar El Sur le sacó de su letargo -en febrero, con 6Nu-, y, pocos meses después, en mayo, participó en el Autorretratándose del Ramón Gaya. Ahora, Fernández Saura, uno de los fotógrafos más relevantes de la Región en los ochenta, vuelve a las galerías con New York 1988, que vuelve a colgarse ocho años después, esta vez en la Fundación Pedro Cano de Blanca, que se ha inaugurado hoy.

Regresa con New York 1988, pero ya la habíamos visto en galerías.

Sí. Algunas de estas fotos se expusieron en San Esteban en el 89 (NY 651 9th Avenue) y más tarde en Verónicas y en el espacio AV (2006). También en Molina (sala de exposiciones El Jardín, 2009) y en Cartagena (Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy, 2009). Ahora las presentamos en un espacio increíble, el de la Fundación Pedro Cano. Alucinante. Muchas ciudades querrían tener una sala así. Pero ha habido que simplificarla por cuestiones de espacio, con lo cual los temas quedan más equilibrados y mucho más concretos.

Entonces, ¿vamos a ver algo distinto a las anteriores ocasiones?

Las exposiciones cambian con los años. Según el tiempo y el espacio, la situación en la que estamos, ofrecen una visión distinta. Y por esa razón estamos aquí. Y porque no había estado en Blanca y la Comunidad, que es propietaria de la muestra, está obligada por contrato a exhibirla (risas).

¿Y qué tiene de especial esta ciudad que le ha marcado tanto?

New York lo tiene todo. Podríamos definirla como la capital del mundo. Es una ciudad que es propiedad de la humanidad, de la raza humana. Una ciudad que para mí, un tipo de una pequeña aldea llamada Murcia, te puedes imaginar lo que significó ver aquello. Con doscientos y pico museos; con no sé cuántos mil restaurantes; con un periódico, el New York Times, que todos los días llevaba una página dedicada exclusivamente a exposiciones de fotografía, etc. Qué quieres que te diga... Y, por supuesto, una ciudad en la que nacieron grandes movimientos artísticos y en la que descubrí algunos de otras nacionalidades.

Esta exposición es algo más abstracta, pero a lo largo de su carrera ha hecho de todo. ¿Se le puede enmarcar en algún estilo?

Mi trayectoria está marcada por la improvisación y las circunstancias vitales. Murcia es una ciudad lo suficientemente grande como para expresarme como fotógrafo en diferentes estilos. Pero siempre me ha atraído el concepto de lo irreal de lo real; es decir, hacer irreal cualquier cosa sin necesidad de manipulación, simplemente con reencuadres y mucha imaginación.

El pasado año presentó en Murcia la muestra 6Nu después de cuatro años sin exposiciones. También participó en los autorretratos del Gaya. Y ahora regresa a New York 1988. ¿Ha vuelto a la carretera?

Lo de 6Nu fue una propuesta del local, amigos míos, y como era una muestra que ya tenía terminada no me costó un gran esfuerzo montarla. Con New York 1988, por circunstancias, he pedido una galería y me la han dado. Pero a partir de ahora van a venir más cosas.

O sea, que tiene algo entre manos.

Estoy colaborando con el Centro Municipal La Nave con motivo de su aniversario. Van a hacer una exposición y una parte la hago yo. Se va a llamar Murcia entre dos siglos y va a ser un recuerdo del diseño y la fotografía de la época de su fundación -hace 25 años-. Retratos, carteles... Casi todo de archivo.

¿Y material nuevo para cuándo?

El presupuesto está muy bajo y el futuro no se presenta nada halagüeño. Intento hacer cosas y me encantaría sacar algo nuevo. Tengo muchísimo material que no he mostrado, y no solo de este viaje -el de Nueva York-, sino de muchos otros.

Entonces, ¿a qué se debió ese parón de cuatro años (2012-2016)?

El parón es producto de esta crisis social y económica que estamos viviendo. El fotógrafo no puede mostrar si no hay movimiento económico alrededor del arte. Y el arte se ha quedado parado. Montar una exposición cuesta mucho dinero y las instituciones lo único que hacen es prestarte una galería, pero no te dan un duro por exponer -salvo a los maestros...-. También atravesamos una importante crisis de valores y, la verdad, he estado un poco alejado.

¿Crisis de valores?

Los juicios de valor han cambiado y, con la crisis y el digital, han hecho que el nivel de la fotografía haya bajado mucho. Técnicamente se ha crecido, pero la calidad conceptual y artística ha empeorado. Todo el mundo hace fotos ahora. Y con un móvil se pueden hacer buenas fotos, no es eso.

¿Ha hecho daño el digital y la democratización de la fotografía?

No exactamente. A mí me parece encantador que la gente haga fotos. Y la tecnología ayuda a no ir por ahí con 500 kilos de equipo como a principios de siglo pasado. Pero a eso hay que sumarle el abuso de los programas de retoque. Está de moda algo que para mí debería llamarse pictografía, o algo así, pero no fotografía. Si retocas tanto una imagen, el trabajo de la toma deja de tener importancia.

¿Pero está de acuerdo con la utilización de estos programas?

Lo justo. Antes también retocábamos, ¿eh? Pero las limitaciones eran mucho mayores. Teníamos diferentes tipos de papel, se metían las manos en la ampliadora para hacer tapados, se retocaba a lápiz..., pero lo importante era la toma. Eran ajustes de retoque para afinar, simplemente. Lo demás no es fotografía.

¿Sigue teniendo ganas?

Sigo haciendo fotos, es una actitud. Siempre llevo una cámara de bolsillo a mano. Todavía se me va la cámara a texturas de paredes, suelos, etc.

¿Cree que la fotografía, como arte, está menospreciada?

En cierto modo parece ser que sí. En el 88, en Nueva York, había sesión permanente de fotografía en los museos. Hoy, en Murcia, no hay ninguno que ofrezca algo así. Hubo sitios en los que se hizo algo (Cartagena, Mazarrón), pero los cerraron, no sabemos muy bien por qué.