Han pasado seis décadas desde que el rockabilly, un combinado de rock and roll y una variedad del country, se apoderó de la juventud americana, fenómeno que luego se extendió por el mundo.

El músico cartagenero Pike Cavalero, que, si no es el rey del rock´n´roll, poco le falta, era el protagonista de esta nueva jornada en el XIX Jazz San Javier, precisamente el mismo día que en 1954 Sun Records editó el primer single de Elvis Presley, con That´s all Right en la cara A y Blue Moon of Kentucky en la B. La maquinaria acababa de arrancar para que el rock and roll fuera la música preferida de la juventud en Estados Unidos, con un exultante Presley a la cabeza. ¿Sería casualidad?

En un escenario ubicado en plena playa de Santiago de la Ribera que recordaba los veranos de los 60 -ideal como contexto, aunque también propicio para un tipo determinado de público-, aparecieron Pike Cavalero y su combo con camisas hawaianas.

Pura energía en el escenario y en sus discos, y una rotunda revisión de los sonidos clásicos es lo que ofrece Pike Cavalero con sus Gentle Bandoleros; suena a madera y a la liberación experimentada en los comienzos de la rebeldía juvenil. Pocos quedan que se mantengan firmes a unas raíces, o que no hayan caído en la tentación de deformar su proyecto artístico inicial para parecer más adultos y así rehuir el maldito espejo de la vida. Pues bien, entre las pocas excepciones, entre aquellos que se han mantenido fieles a su propia historia, está Pike Cavalero, que se recorre el mundo de festival en festival enseñando su rock and roll salvaje y primitivo con referencias a los cincuenta, pero también con un toque personal que lo convierte en único.

Fue uno de los conciertos de rock and roll más marcianos que haya podido ver. Los pioneros apelaban a la necesidad de la comunidad al baile y al aumento de las libertades sociales, ya que la gran mayoría de ellos pertenecía a la población negra; buscaban nuevos sonidos para expresar sus sensaciones, emociones, y por primera vez encontraron una música dirigida a los jóvenes, que se rebelaron contra la música que escuchaban sus padres. Estos quedaban horrorizados, sobre todo con el tipo de baile; a veces las canciones se prohibían en radios y escuelas. El rock and roll se creó para bailar, y en el recinto habilitado junto al mar, acotado por vallas y guardias de seguridad, con carteles de entrada y salida (demasiado orden para una música rebelde) había sillas ocupadas mayormente por jubilados que probablemente vivieron y bailaron el nacimiento del rock and roll.

Pike Cavalero, con su inconfundible y personal sonido -rock´n´roll clásico, country, rockabilly y blues- ha conseguido combinar los ingredientes indispensables en cada uno de sus trabajos, argumento que le ha llevado a subirse a los escenarios más importantes de esa escena en España y Europa.

A finales de 2014 apareció Torro (Sleazy Records), su segundo largo y primero a título propio. El concierto arrancó con el tema titular, un pasodoble torero y castizo con guitarras surf que adopta su nombre de una canción del bluesman Rosco Gordon. Es un número contundente y directo que suelen utilizar para abrir los conciertos, con su carga exótica y la paradoja que supone que esté firmada por un bluesman de Memphis. Y así fueron sonando Crazy Train Boogie, Hey Sir! o Lonely Rancher´s Weep, entremezclados con alguna versión, algún tema en castellano más épico, como Carrera del desengaño (adaptación de George Jones) o Ahora que lo tienes, un formidable rockabilly de los de toda la vida, de los de ritmo machacón en el mejor sentido de la palabra , y que hacen bien difícil tener los pies quietos. Ya avisó Pike que «reemprenden el ritmo al castellano» en su nuevo disco, que saldrá en septiembre. También hubo ritmos a lo Bo Didley (Twistin Litlle Baby, un Liver de primera), honky tonk (Wannabes), puro rockabilly (Black Hearts Club, My Misery), blues bop (Coke'N'Rumbles), magnífico rockin´blues (Just a Matter of Manners), una versión de Miss Froggie de Warren Smith, y, casi acabando, Weekender, que sigue en la misma senda pero con varios grados más en cuanto a originalidad de la melodía y estructura; unos haces de luz color limón -parecían sacados de una escena de Regreso al futuro- atravesaban el cuerpo de Pike mientras la cantaba.

Pike hizo gala de una gran voz, con muchos registros, y el resto de la banda cumplió a la perfección; disfrutamos de un sonido excelente y unos cuantos temazos con aire clásico y de cosecha propia. Destilaron clase y corrección. La gente joven bailaba al otro lado de las vallas, y ya en el bis Pike soltó un «levantaos de los asientos y bailad». Parece que todos estaban esperando la orden, así que los teddy boys (and girls) desenfundaron el peine del bolsillo trasero del pantalón y se atusaron el pelo para engrasar la cadera. Sencillamente delicioso.

Pike Cavalero salió, desgarró y venció. Una lección de rock and roll primitivo y una noche de auténtico sonido vintage, de vestidos con faldas amplias, camisas inmaculadamente planchadas y chicos con la raya bien peinada, pero sobre todo de muy buena música a cargo de un cantante con personalidad, elegancia, carácter y glamour suficiente para mirar a la cara a cualquier estrella musical del momento. Conciertazo el suyo.