Amancio Prada se convirtió en las «manos del alfarero» para hilar los versos de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús en un recital que conmovió a los más de 250 asistentes que acudieron el pasado viernes a la explanada de la Basílica Santuario, dentro del ciclo Música en el Castillo, que organiza la concejalía de Cultura del ayuntamiento de Caravaca de la Cruz.

La voz descalza supone un juego de espejos entre los versos de los dos místicos que volvió a poner de manifiesto el amor que ambos procesaron a la Ciudad Santa del Noroeste Murciano. Si Santa Teresa no llegó a pisar Caravaca, ya que cuando iniciaba su camino desde Beas del Segura tuvo que partir para Sevilla, si ordenó fundar una casa de la congregación en la población del Noroeste murciano y portó hasta su lecho de muerte una cruz de doble brazo que las hermanas le enviaron tras la apertura del convento. Dicha Cruz se encuentra en el convento de Bruselas.

San Juan de la Cruz sí que estuvo en Caravaca en distintas ocasiones; la primera de ellas para asistir a las carmelitas en su primer capítulo. Posteriormente, en 1586, fundaría el Convento del Carmen.

Con una sencilla puesta en escena, para dar mayor énfasis a las nueve canciones de Santa Teresa, que dialogaron con otras tantas de San Juan, la explanada de la Basílica se convirtió en el entorno perfecto, con la iluminación de la fachada barroca y las pausas que iba marcando el carrillón de la fortaleza conforme pasaban los minutos del recital. Quiso el azar que durante todo el concierto dos palomas revolotearan entre los pináculos y jarrones que coronan el frontal.

Prada también recordó entre verso y verso, cómo conoció la obra de San Juan de la Cruz cuando, recién llegado a París, un compañero de pupitre de la Sorbona le regaló la Vida y obra de San Juan de la Cruz. Ahí recoció quedar cautivado y enamorado a primera vista de las canciones del alma.

Canciones descalzas, voz y guitarra, para llevar el verso en volandas y dejar a un público totalmente cautivado.