Novecento cuenta la historia de un músico de jazz vulgar que tuvo la suerte de conocer al mejor pianista del mundo: un intérprete que nunca descendió del barco en que nació. Rellán, que también está de gira con Ninette y un señor de Murcia -coproducción del TCM-, representa mañana en Murcia el último montaje de Raúl Fuertes, un espectáculo por el que el intérprete ha obtenido el premio al mejor actor protagonista del sindicato Unión de Actores.

¿Qué tiene Novecento para que usted esté en el montaje?

No es fácil verbalizarlo. Raúl Fuertes, el director de la función, me insistió en que quería dirigirme y me propuso este monólogo, el de la novela de Baricco. No me hacía ni puñetera gracia. Hay un proverbio chino, o árabe, no sé, que dice: «A lo que te hayas de negar, niégate lo antes posible»... Yo no lo cumplí. Fuertes me decía que leyera el monólogo, pero yo no lo hacía, pero Fuertes es pertinaz. Al final me lo leí. Yo sé que Fuertes es noctámbulo. Llamé al director a las tres de la mañana: «Raúl, quiero hacer esto», le dije. Soy un actor raro, poco exhibicionista, y siempre rechacé los monólogos de 'mira cuánto sé hacer', pero este no podía rechazarlo.

Este no es de esos, ¿no?

Para nada. Lo que me encanta de él es que puedo ver las caras de los espectadores que me miran pensando qué va a ocurrir a continuación. Hablo de un tipo que no baja nunca de un barco, es una historia emocionante. Me parece que funciona mejor en teatro que en cine precisamente por eso: porque tienes a los espectadores a un paso. Un trompetista vulgar y corriente sale a escena para contar una historia, la batallita de siempre. Es un hombre que no tiene otra cosa que una historia extraordinaria: la de su amigo Novecento. Este espectáculo funciona porque sucede en la imaginación del espectador. Esta sensación no la sabe transmitir la película, a mi modo de ver. Cada uno se imagina lo que pasa en escena. Después de ciento y pico funciones tengo anécdotas divertidísimas. Un tipo quería comprar la banda sonora del espectáculo. Y no suena nada: él lo había escuchado en su cabeza. La mitad de la belleza está en los ojos que miran.

Seguro que es difícil trabajar

en un monólogo.

Sobre todo cuando escuchas los móviles, pero no sólo ellos: el que protesta porque suena, el que tiene gripe, el de los caramelos... todo es un follón, pero yo guardo silencio, porque, si no, me pierdo. Y más si cabe en esta función: que es tan íntima, sin escenografía y sin nada: toda ella centrada en el poder de la palabra, en la propia historia.

Sus compañeros de la Unión de Actores premiaron su trabajo en Novecento.

Nosotros, los actores, sabemos lo que es difícil. Por eso me encanta haber recibido el premio de sus manos. El público puede pensar que el monólogo es más o menos efectivo, pero no saben -no tienen por qué saberlo- lo que cuesta llegar a eso que se ve encima del escenario.

¿Todas las noches haciendo Novecento son las mismas?

Desde luego que no. Ya son ciento y pico funciones y cada teatro es distinto y también cada espectador. No es lo mismo hacer la función un día por semana que un fin de semana. Tampoco es igual que tengas espectadores de 59 que de 17 años. Todo tiene que ver con el gusto del trabajo. Tengo un amigo músico que me dijo el otro día: «El jueves tengo que hacer la sonata 19 de Beethoven y la llevo haciendo desde los once años. ¿Qué tengo que hacer para que parezca nueva?» Y es que todas las noches puede llegar una persona que nunca ha escuchado la sonata nunca y que le puede sonar a nueva. Ese es el reto al que nos enfrentamos.

Está también de gira con Ninette y un señor de Murcia, rodando capítulos para diferentes series y, a la vez, con Nocevento. ¿Se puede con todo?

Hay que dormir poco, pero esto es algo que hacemos mucho los actores. Lo decía Alfredo Landa: «En este oficio o estás callado o tocas la trompeta», no hay término medio. Respecto a pasar de un papel a otro, ya digo, no hay tanto problema. En presencia de mi madre nunca digo un taco, pero salgo de su casa y no paro. Hay un chip que se enciende y ya está: te dicen que mañana a las seis ruedas tal cosa y allá que vas.