Javier Moro presenta esta tarde en Cartagena A flor de piel, novela en la que narra la expedición que partió desde Galicia en 1803 con niños expósitos que llevaban la vacuna de la viruela en sus brazos a todos los rincones del imperio español. La viruela es la única enfermedad erradicada por el hombre.

¿La mayor gesta sanitaria de la historia fue un episodio quijotesco?

No era un disparate, pero lo parecía. Esta gente resultó ser muy profesional y dominaba muy bien la tecnología de la época, pero tenía aspecto de empresa enloquecida. Eso fue lo que me atrajo de esta historia.

¿Por qué cayó en el olvido?

Ocurrió en un momento tan convulso de la historia de España que quedó oscurecida. El país estaba descabezado, el rey estaba en Francia y el imperio se desgajaba.

La Iglesia no sale bien parada en su novela.

Había un sector muy ignorante, pero había otro abierto a la ilustración. Y la Iglesia acabó apoyando la vacuna como institución. Es verdad que al curita de base, que vivía en un mundo de supersticiones, le era muy difícil aceptar aquellas novedades. Que te inyecten el mal para curar ese mismo mal. Ahora lo vemos evidente, pero era chocante. Era el paso de un mundo regido por la superstición a otro regido por la razón. Y no era fácil.

Sigue sin serlo ahora.

Exactamente. Hay grupos fundamentalistas que prohíben vacunar a los niños. Se vio con la gripe aviar. Fíjese lo que pasa con lo de las células madre, no ha cambiado tanto la humanidad.

Como la corrupción.

Había una corrupción increíble en las colonias. Cuando estaba escribiendo y veía la televisión no sabía si estaba escribiendo de historia o de actualidad. Era la misma manera de meter descaradamente la mano en las arcas públicas.

¿Cómo empezó a interesarse por esta historia?

De casualidad. Estaba promocionando el premio Planeta por El imperio eres tú y Antena 3 me hizo una entrevista en el Jardín Botánico de Madrid. No sabía que detrás había un edificio donde se guardan los documentos de las grandes expediciones españolas. Y me hablaron de esta. Me atrajo, pero vi una dificultad enorme, porque no había documentación personal de los protagonistas. Y de Isabel no había nada de nada.

El personaje de Isabel fue recreado con un necesario plus de intuición. ¿A qué tipo de mujer le lleva?

Pues una mujer marginal que se hace libre. Lo que sabíamos es que nació en un ambiente rural y que sus padres eran pobres de solemnidad. Pero sabía de alguna manera leer y escribir. Tuvo un hijo de soltera, con lo que suponía entonces. Los hijos fuera del matrimonio no tenían derecho a cursar estudios elaborados. Con esos mimbres construyo el personaje: una mujer con la obsesión de limpiarse una mancha. El resto es intuición e imaginación.

¿Es la primera enfermera?

Podría considerarse la primera enfermera profesional de la historia. La primera hispana, seguro. En México, la Facultad de Medicina de Puebla lleva su nombre. Y la OMS la honra con un premio anual.

¿Aquí no tiene el reconocimiento que se merece?

No, pero ninguno de los personajes de la expedición. Lo que quiero con este libro es devolver a los héroes al lugar que les corresponde. Eso se hace muy bien en Francia, Inglaterra o Italia. Nosotros no queremos a nuestros héroes.

¿Se sabe qué fue de los niños?

En el libro al final hablo de lo que yo he encontrado. Se sabe que algunos fueron adoptados y otro, también adoptado por un cura, se escapó. No se sabe mucho de los demás. La historia está más presente en México que aquí. Espero que este libro sirva para hacerles justicia.