Va para un año del concierto que ofreciste en la mina Agrupa Vicenta de La Unión acompañado por Jorge Pardo y Javier Colina. ¿Qué recuerdo guardas de ese concierto? ¿Cómo fue la preparación?

La preparación, cuando estás trabajando con fieras como Javier Colina, Jorge Pardo, Gautama del Campo, Miguel Ángel Orengo y Verónica Sobrinos, la verdad que se hace muy sencillo. Todo fluye naturalmente, teniendo en cuenta que estábamos preparando un disco en directo que repasa mi carrera musical (15 años de jaleo), se dejó espacio para la creatividad y la improvisación de manera que el sonido fuera algo diferente al disco, y así fue. Todo salió de lujo gracias a colaboradores como Alicia Baltasar de Surefolk o la Fundación Cante de las Minas, pero sobre todo al trabajo de patrocinio por parte de la Fundación Trinitario Casanova, los cuales se encargaron de cuidar hasta el mínimo detalle. Cuando uno está tan bien arropado, es difícil que las cosas salgan mal. Fue una noche mágica sin duda alguna.

¿Por qué el interior de una mina a 80 metros de la superficie? ¿Qué tiene ese escenario? (allí donde nacieron los cantes de Levante).

Bueno, la verdad que todo surgió en una reunión con Paco Bernabé y Manolo Navarro en la Fundación. En marzo de 2014 Paco era el alcalde de La Unión. Yo tenía la ilusión de poder devolver todo el cariño y la confianza que depositaron en mí en La Unión tras otorgarme el Premio Filón al mejor instrumentista flamenco de 2010. Además, ¿qué mejor espacio que la mina Agrupa Vicenta para hacerlo?, un lugar emblemático por donde han pasado los mejores del flamenco, con una sonoridad magnífica y un alma que te llega muy adentro. Allí se respira una espiritualidad y existe una tranquilidad a la vez que hace que todo fluya en un solo sentido, el del sentimiento y lo bonito. Así que, como me dijo Paco Bernabé, «Abdón, si entra el piano, la mina es tuya». De esto se encargó mi buen amigo Tomás Amela y su equipo de Iberpiano; fueron capaces de meter el piano de cola dentro de la mina.

En la carpeta del disco has escrito: «Esta grabación ha sido como tener que bajar a las entrañas de la tierra para extraer con mis manos ese premio». ¿Qué ocurre, qué se siente a 83 metros de profundidad en la mina?

Te invade un profundo olor a azufre, se siente calma, paz, hay silencio. Te impregna la energía de otros que ya pisaron ese mágico escenario, y además se percibe la huella imborrable del minero que se dejaba el alma en esa mina. Es una sensación del todo extraña y a la vez embaucadora, si bien cuando subo al escenario siempre todo se transforma y estás en una burbuja, en tu mundo. Grabar en la mina generó que esa burbuja fuera una burbuja de cosas bonitas, de sentimientos puros y, sobre todo, de mucha verdad, que fue lo que yo quería mostrar al mundo.

¿Qué recoges en este nuevo disco?

Recojo quince años de lucha, de trabajo, de aprendizaje, de viajes, de 'amistades', de locuras (solo unas pocas) y de experiencias intensas, lo cual me ha llevado a dedicarme a la profesión más bonita del mundo, como lo es la música; al menos para mí lo es. En este disco hago un repaso a mi carrera musical con un repertorio extraído de mis dos trabajos discográficos: Reikiavik y Bolero flamenco. Perseguía unificar los temas de ambos discos en un solo sonido, el mío. Y así fue, no cabe duda que sin los músicos que me acompañaron esa noche habría sido imposible.

El disco se abre con un «hoy vamos a hacer magia para todos ustedes». ¿Fue así? ¿Lo recoge el DVD?

Bueno, para mí sí. No sé que te habrá parecido, pero lo mágico es que en este disco la música y las palabras se vuelven una y se encuentra una paz en el sonido que se escucha, que llega adentro. Eso es muy difícil de hacer, y más en una sola toma, ya que el directo tiene eso. Por ese motivo quise recoger las imágenes del concierto, para que el público que escuche y vea el DVD encuentre que no hay ni trampa ni cartón: «lo que es, es».

Todos los temas son composiciones tuyas, excepto la adaptación Minera de los leones. ¿Qué valor tenía incluir la minera?

Pues la verdad es que si alguna vez tenía que grabar una minera en un disco, creo que hacerlo dentro de la mina Agrupa Vicenta era el sitio. Allí se ha cantado mucho flamenco, mucho levante, y muchas mineras salen de las vivencias que en su interior los minericos flamencos ponían en su garganta. Esa noche fue la cartagenera Verónica Sobrinos la que la puso, y, por qué no decirlo, a un altísimo nivel.

Soleás, tanguillos, bulerías, mineras... ¿En qué palo te sientes más cómodo?

Todos me encantan, aunque realmente a mí lo que más me llena son los cantes de Levante; es en ellos donde puedo ser más yo. No obstante, para componer me quedo con el compas de soleá: creo que, debido a que me costó muchos años de estudio el poder interiorizarlo, me desenvuelvo muy bien en él a la hora de componer melodías.

Es un disco autoeditado. ¿La experiencia de producir tus discos tiene mucho de odisea? ¿Cómo está la industria?

La verdad que en este caso, aunque fue autoeditado, como te he dicho antes fue producido íntegramente por la Fundación Trinitario Casanova; esto facilita mucho el trabajo. Digamos que en este disco, aunque estábamos en una odisea, viajábamos en primera, lo cual hace que todo sea mucho más fluido y fácil. La industria no sé como está, pero lo que sé es que se debería hacer mucho más por la cultura en nuestro país. Creo que la gente debería asistir más a los eventos. Pienso que muchas veces tira para atrás el hecho de tener que abonar una entrada (todo el mundo se queja de eso), pero sin embargo para comprar tabaco siempre se saca dinero. Los músicos vivimos de esto, y sinceramente pienso que, aunque la cultura es patrimonio de la humanidad, la gente debe entender que si no acude a los conciertos y no abona una entrada (por pequeña que sea) al final los músicos estaremos condenados a la soledad, y la cultura morirá con nosotros. Eso es triste, las modas están bien, pero hay que prestar más atención a los artistas de tu pueblo, ciudad o región. Si la gente fuera solidaria con esto, seríamos todos mucho mejores, porque la música y la cultura en general es lo que tienen, que refrescan y engrandecen el alma, por eso se hace.

Conseguiste ser seleccionado para tres nominaciones a los Grammy Latinos por tu Bolero flamenco, un trabajo que te ha llevado de gira por México, Estados Unidos, Israel, Cuba. ¿Cómo viviste esa experiencia?

Realmente, Ángel, fui seleccionado a los Grammy, pero no llegué a la fase final; esto me gusta aclararlo siempre porque parece ser que me dieron una nominación; no fue así. No obstante me sentí orgulloso de que me seleccionaran para presentar mi disco. Dado que es independiente, si tu discográfica no pertenece a los Grammy no puedes presentarlo. He de decir que me adoptaron en la familia Grammy, y aunque no conseguí ser nominado ni llevármelo, algún día estoy seguro de que lo conseguiré. Soy muy cabezón, ya me conoces.

¿Por qué no se programa tanto a pianistas en festivales flamencos y sí en los de jazz?

Bueno, eso deberías de preguntárselo a los programadores de los festivales. Mi humilde opinión es que es dura la labor de estos programadores, y realmente tienen que agradar al público que acude al concierto. En el flamenco todavía quedan muchos años hasta que se considere normal la inclusión del piano como instrumento fundamental en el toque o en el acompañamiento del cante; así es. Pese a que, en mi caso en particular, mi música tiene un carácter jazzista en la armonía, también respira mucho flamenco. Como yo digo, tengo el cerebro de clásico, el corazón flamenco y las manos de jazzista. Es lo que hay.

Vas a tocar en el Romea, has tocado en el Auditorio y el festival de Jazz de San Javier. ¿Se puede decir que se reconoce tu trabajo en tu tierra?

Yo creo que sí, y cada vez más. Tocar en el Romea, para mí era un sueño y algo más, ya que la única vez que actué allí fue en un recital de piano clásico hace ya muchos años y no pasé para nada un rato agradable: mucho calor, muchos nervios; en fin, que me quedé con mal cuerpo. Quería redimirme con este concierto, y espero que así sea.

¿Qué vamos a poder ver esta noche en el Romea?

Recuerdo que fue en 2002 cuando empecé en esto de la música profesional con Abdón Latindon Jazz y por aquella época tocamos en el Festival de Jazz de Murcia en la misma plaza del Romea. Casi estamos todos los músicos que aquel día me acompañaron. Ese día me dije: «Algún día me tocará dentro». Y así ha sido. Lo que se va a ver en el teatro es a un artista sincero que lo que quiere es emocionar y llenar de ilusión las vidas de la gente, haciendo que la música sea algo más que música. Será familiar, será emotivo, será sorprendente. Pero sobre todo será de verdad.