El violinista Manuel de Juan Ayala y el guitarrista Diego Corraliza Azorín ofrecerán hoy un recital en el Museo Ramón Gaya de Murcia, a las ocho de la tarde. No será un concierto más, ya que hoy se cumplen diez años de la muerte en Valencia del pintor e intelectual murciano, primer Premio Velázquez, Premio Nacional de Artes Plásticas y, ante todo, «alguien singular, de esas personas excepcionales que puedes contar con los dedos de una mano». Así lo describe Manuel Fernández-Delgado, director del museo que lleva el nombre del pintor desde su apertura, que precisamente tuvo lugar un 10 de octubre de hace 25 años.

Hablar de Ramón Gaya (Murcia, 1910/Valencia, 2005) es hacerlo del Madrid de la Generación del 27, del París de la vanguardia, del México que acogió a los exiliados durante la Guerra Civil, de la Europa de grandes pintores que redescubrió a su regreso, en 1952. Y es hablar de Juan Ramón Jiménez, Octavio Paz, María Zambrano, Italo Calvino y tantos otros creadores con los que forjó amistad en su larga vida.

Pero también es hacerlo de los intelectuales murcianos que en los ochenta se unieron para rendirle homenaje y pidieron al Ayuntamiento que le nombrara Hijo Adoptivo de Murcia. «Por unanimidad -recuerda Fernández-Delgado- se aprobó y Gaya, en agradecimiento, donó cien cuadros a la ciudad».

Aquello fue el inicio de un legado que Ramón Gaya, y posteriormente su viuda, Isabel Verdejo, y coleccionistas particulares fueron donando al Museo, que hoy alberga más de 400 obras del autor, pero también de sus grandes amigos, como Pedro Flores, Mariano Ballester, Juan Bonafé o Luis Garay. «Todos los amigos de Gaya están representados».

Aquellos años y hasta su muerte, explica Fernández-Delgado, «sirvieron para que Gaya cimentara los criterios estéticos y éticos del museo». Porque tenía que ser «un museo vivo». «No sólo está destinado a divulgar la obra del pintor, sino todo aquello que tuviera relación con él».

«Y a Ramón -enumera el director del Museo- le gustaba el flamenco, la música clásica, la poesía...». Y, por esta razón, desde entonces la pinacoteca ha albergado 2.093 actividades «en las que nos hemos volcado todo el equipo del centro».

Aunque no siempre fue fácil. «Cuando nació la idea del Museo había voces disonantes por parte de pintores jóvenes, que no entendían por qué no había un museo de arte contemporáneo y sí se dedicaba un centro a un solo pintor». «Hoy -añade orgulloso-hay una generación que ha nacido con él y no se lo cuestiona». Y, además, participa en sus actividades literarias; en ciclos como Diálogos, en el que los propios artistas interpretan una obra del autor murciano, actúan en los conciertos conmemorativos...

Y todo gracias «a un criterio de sumar, de conseguir que pensadores, críticos y artistas sean partícipes de este proyecto».

Mientras el Museo sigue tan vivo como se soñó y ya ha comenzado las actividades de la nueva temporada, también fuera de la Región la obra de Gaya sigue siendo objeto de estudio. Ramón Gaya. Otra modernidad es el título de la tesis que Miriam Moreno presentará en la Universidad Complutense de Madrid mañana e hispanistas e historiadores de todo el mundo estudian a diario la obra literaria del autor murciano. Uno de sus libros fundamentales, Velázquez, pájaro solitario, se acaba de publicar en francés. Precisamente con los cuadros en los que Gaya mostró su pasión y la influencia de la obra de Velázquez celebra estos días el Museo su 25 aniversario. El pasado día 10, durante el acto institucional por esta conmemoración, Fernández-Delgado recordaba a los miembros y antiguos patronos del patronato del Museo que estas dos décadas les ha movido «la pasión por una vida que da sentido a nuestra historia, la del pintor y escritor Ramón Gaya». Una pasión que sigue intacta diez años después de la muerte del intelectual.