La Orquesta de Jóvenes de la Región de Murcia celebró su 30 cumpleaños con la interpretación de la Sinfonía nº 9 en Re menor, op. 125, "Coral", de Ludwig van Beethoven.

Con una masa coral formada por cantores de coros de la Región como, según el programa de mano, Orfeón Murciano Fernández Caballero, Coral Bartolomé Pérez Casas, Coro Orpheus, Coral Universitaria de Murcia, Coro del Conservatorio Superior de Murcia y Coral Himsmola de Molina de Segura, así como por coralistas que colaboraron a título personal. Con alrededor de 180 cantores, y con Jorge Losana como asistente de dirección, con la pianista acompañante Acacia Rico.

Y con una masa orquestal integrada por los actuales componentes de la orquesta, jóvenes instrumentistas en formación, a los que se sumaron profesionales que en su momento pasaron por ella y ahora están en agrupaciones o centros de aquí o de fuera, incluso un miembro de la Filarmónica de Berlín, así como alguno que no se ha dedicado a la música y ya no practica con asiduidad. Casi 130 instrumentistas. Con las maderas, escritas a dos, dobladas (cuatro oboes, cuatro clarinetes, cinco flautas, una también flautín, y cinco fagotes, uno también contrafagot); con cinco trompas en lugar de cuatro, tres trompetas en lugar de dos, los tres trombones, las cuatro percusiones, y una cuerda numerosísima. Y para cuya preparación y ensayos parciales se nombró profesores, para la cuerda, a Gabriel Lauret, Diego Sanz, Pedro Sanz y Enrique Vidal, los miembros del Cuarteto Saravasti, que también pasaron por la agrupación, y que también tocaron en el concierto; a Jesús Carrasco para la madera, a Alejandro Castañeda para el metal, y a Miguel Ángel Alemán para la percusión.

No es fácil, en estas circunstancias, conjuntar, unificar, ahormar criterios y formas de tocar, y de cantar, y sintonizar y equilibrar voces e instrumentos. Los ensayos, puede que poco numerosos, tuvieron que ser intensos, bien enfocados y bien aprovechados.

Decían algunos espectadores que en actos así lo de menos es el resultado artístico. Pero es que, con todo, el resultado fue muy estimable. La soprano Consuelo Garres, la mezzosoprano Cristina Faus, el tenor José Ferrero y el barítono José Antonio López, formaron un cuarteto vocal quizás no totalmente equilibrado, lógicamente, pero uno por uno son cantantes de toda solvencia. Y Virginia Martínez, la directora titular, y desde hace unos meses directora, también, de la Sinfónica regional, con gesto nada exhibicionista, no aparatoso o surtido, pero gesto que contiene mucha información, supo sacar el máximo rendimiento al trabajo de los ensayos y a su propio acercamiento a la obra, con sentimentalidad y sensibilidad nada exageradas, con fuerza, energía y decisión. Intensidad lírico-dramática, poesía sin edulcoración, dinámicas, líneas y detalles cuidados, para llegar a la alegría y brillantez final. El acto puede calificarse de brillante no sólo por el resultado sonoro, sino, también, por el aspecto de la sala, llena a tope por un público, no el habitual de conciertos de temporada que es escaso, que rompió a aplaudir en el segundo movimiento y que, al final, despidió a los actuantes con una ovación calurosa, entusiasta, prolongadísima. Por esfuerzo, entrega y resultado, todos la merecieron.