¿Acaba de salir, hace un mes concretamente, su segundo libro sobre divulgación sanitaria. ¿Por qué El moco radiactivo?

El primer libro surgió a raiz de mi blog boticariagarcía, que empecé a escribir por luchar contra el Dr. Google, porque todo el mundo tiene la impresión de que lo sabe todo; y en la farmacia nos da mucha rabia de que nos llegue gente diciendo ´Es que he leído en Internet....´ Al poco de comenzar con el blog, me contrataron para escribir el Paciente Impaciente, que es un libro de anécdotas con un claro ingrediente de humor, con perfiles de pacientes, entre ellos la madre primeriza, la paciente cotilla, el paciente rural... Y la gente reconoció estos perfiles, funcionó muy bien. Para mí supuso un punto de inflexión en mi proyección pública y mi objetivo de hacer divulgación sobre la salud y la nutrición. Y dos años después, la editorial me propuso hacer otro. Pero en esta ocasión tenía claro que no quería un libro de humor sino más divulgativo, y por mi experiencia en la farmacia, los más ávidos de información son los padres primerizos. Están angustiados porque todo es nuevo y tiene a un ser indefenso que cuidar. Y tienen más preguntas que nadie.

¿Qué lo diferencia de otros libros de ayuda?

Antes de escribirlo recorrí librerías para ver lo que se había publicado hasta ahora. Y comprobé que eran manuales un poco serios, pero por mi experiencia en el blog, la gente lo que valora mucho es el sentido del humor, porque entra mejor la información. Y así es este libro, basado en el rigor y evidencia científica, pero con un punto de humor y visualmente atractivo. Y el título ya dice bastante. Es un manual útil, que cuenta las cosas tal y como son, pero con humor. Da armas para enfrentarse contra la legión de abuelas, cuñadas y vecinas dispuestas a decirnos cómo hacer las cosas.

Desdeluego el título da mucho que pensar...

Es una realidad, porque hay bebés que pueden tener cólicos, o estreñimiento u otitis. Pero todos tienen mocos. Y con el título en sí hago un guiño a los siete años que estuve en la farmacia de un pueblo de Cuenca, a la que venía todos los días un señor que se lavaba más bien poco y que tenía una legaña a la que le llamábamos radiactiva, porque cada día era más grande, como una estalactita.

Ha comentado que su salida a la red fue para hacer frente al Dr. Google. Por su experiencia, ¿que daño hacen estas consultas desde el punto de vista de la salud?

La clave está en que no tenemos que sentirnos culpables por mirar en Google, pues es inevitable, porque ahora tenemos unas herramientas que no teníamos hace 15 años. Y es bueno que queramos utilizarlas. Pero lo que hay que hacer es formar al paciente, y a la sociedad en general, en cuáles son las fuentes de información fiables, que además no suelen ser las que aparecen en los primeros resultados de búsqueda de Google, que no siempre son los más rigurosos. Estamos sobreinformados por culpa de Internet.

¿Y cómo llegamos a estas páginas?

Yo en el libro le dedico un capítulo que he denominado ´La pregunta del millón´, en el que doy cuatro claves muy básicas para que cualquiera que entre una página web busque determinados aspectos que le permitan saber si esta web es fiable o no. Por ejemplo, el autor debe aparecer con nombre y apellidos y dónde trabaja. Otro que al final, o dentro del texto o con enlaces, incluya las fuentes científicas en las que se ha basado mi información, pues si no me lo he podido inventar. También hay que tener en cuenta el recorrido de la página web o el blog. No digo que las más veteranas sean las mejores, pero es cierto que las hay flores de un día o plataformas que nacen para vender determinadas cosas. Estas no pueden compararse con las que tienen tras de sí cierto bagaje. Y, por último, que no haya conflicto de intereses.

¿A qué se refiere?

A todas las paginas que pertenecen a laboratorios o industrias de todo tipo, como alimenticias. Pueden que estén bien, y no digo que lo que comentan sea mentira, pero sí es muy probable que haya un sesgo informativo, barriendo para casa. Es decir, que den la información que les interesa, como que tiene alto contenido en ´x´ vitamina, pero omiten que también tiene muchos azúcares. No mienten, pero no relatan todas las características del alimento.

¿Hace referencia o recomienda algunas páginas en el libro?

Sí, pongo ejemplos concretos de webs que son rigurosas con la información pediátrica y que existen para que un padre o madre sepa que en lugar de buscar en Internet ´síntomas conjuntivitis´ con carácter genérico, puede mirarlo en la Cadena Americana de Pediatría o en la Asociación Española de Pediatría, donde hay artículos escritos por profesionales de cada sector sobre problemas concretos. Por ello, la información que se van a encontrar ya ha pasado un filtro.

¿Han cambiado mucho las preguntas que le hacen ahora los padres primerizos a las que solían hacer?

En general, son sobre los mismos temas. Lo que más preocupa al principio es la lactancia, la alimentación. Pero sí han cambiado algunos detalles desde que en 2005 empecé a trabajar. Por ejemplo, antes sólo había dos marcas de chupete en tres colores; ahora, tú buscas en Amazon y te salen 17.896 resultados, dato real. Y sobre cada uno, hay media docena de comentarios. De ahí que haya muchísima más información, que yo llamo ´infoxicación´, que genera mucha angustia y más dudas. Y también ha cambiado el hecho de que antes se tenían más hijos y ahora sólo uno, por ejemplo, con lo que focalizas en él toda tu energía.

¿Dónde deja este panorama al profesional de la salud?

Es un reto, porque cuando una persona llega a la farmacia, por ejemplo, ya ha mirado antes todo en Internet y cuando se va, va a contrastar lo que tú le has dicho. De ahí que tengamos que estar muy bien formados e informados para satisfacer esta demanda, que es real y va a más.

¿Es luchar contra Internet?

Al revés, creo que el objetivo es que los profesionales estemos más en la red. En mi blog tengo ahora 600.000 visitas mensuales, y son consultas a una farmacéutica. Yo lo hago porque me gusta la divulgación, escribir y comunicar. Pero no se nos puede exigir a los profesionales que lo hagamos individualmente, pues es una carga extra y conlleva una responsabilidad. Deberían participar más en esto las instituciones sanitarias y dedicar recursos a departamentos de divulgación. Se nos llena la boca de decir que hay que estar al lado del paciente, pero es que ahora el paciente está en Internet también. Dar una charla en un centro de mayores, por ejemplo, puede llegar a 20 ó 30 personas. En Internet, llegas a miles e incluso puedes ahorrar mucho dinero con la prevención sanitaria.

Mañana clausura una jornada sobre Seguridad Alimentaria organizada por el Colegio de Farmacéuticos de Murcia. ¿Que va a exponer?

En mi conferencia hablaré de los superalimentos, que es mi cruzada particular. Se nos intenta vender, y está muy de moda, que consumir determinados alimentos poco comunes localmente, y caros, tienen unas propiedades fantásticas para nuestro organismo, como las bayas de goji, las semillas de chía, o el kale, que es la berza de toda la vida. Hace un año empecé a hablar de ello, porque ni las bayas tienen más antioxidantes que otro tipo de frutas, ni ninguno de estos productos tiene en exclusiva las propiedades que se dicen. Así no hay ninguna necesidad para estar exportando y consumiendo este tipo de alimentos; que no digo que sean perjudiciales, pues me parece fantástico que los consuma quien quiera y su bolsillo se lo permita.

Pero está claro que queda mejor decir que comes kale que no berza...

Por supuesto. Vivimos en el mundo del marketing y muy de cara para afuera. La salud tiene mucha importancia, pero es la salud del postureo: Me tomo el kale o las semillas de chía, pero luego sigo teniendo la nevera llena de alimentos procesados y no me muevo nada. Pero ´vende´ muy bien y la industria lo aprovecha, para sacar nuevos productos que no son necesarios.