Un cuerpo con 63 puñaladas tirado en un charco de sangre. Un hotel cerrado a cal y canto del que nadie pudo entrar y salir. Un misterio: el de la muerte de Alfonso Martínez Saura, allá por 1982, en el Hostal del Cónsul de La Unión. Un local que sigue inspirando las más tétricas hipótesis y al que se han desplazado amigos de lo oculto para tratar de sacar psicofonías.

Y vaya si las sacaron. «Aquí nací, muero aquí» y «por mentir, cerdo, ¡muere por mentir!» son dos de las más célebres. El caso es que ningún fantasma ha dicho todavía quién mató a Alfonso Martínez, quien llegó a ser cónsul en Costa de Marfil (del cargo viene el nombre del hostal) y se había atrincherado en Los Camachos. Se comentó de todo. Desde que había sido un crimen pasional perpetrado por alguien a quien Alfonso dejó entrar sin temor alguno, hasta que se trató de un robo, pues el hostelero acumulaba objetos preciosos que había traído de su época africana.

La cuestión es que aún no se ha detenido a nadie.

El crimen

«El 27 de marzo de 1982 por la mañana, Alfonso fue visto vivo por última vez en la calle. Uno de los trabajadores, llegó al hostal para realizar su jornada laboral, al llegar allí, comprobó que todo todo el hostal esta cerrado, algo muy raro a esas horas de la tarde. Tampoco había ni rastro de Alfonso, su jefe. Alertado tras esperar unas horas decide dar parte a las autoridades. Casualmente un policía local y amigo de Alfonso, Antonio Mata, terminaba su servicio, y alertado por la noticia, decide acompañarles».

Así lo relata La bitácora del miedo, que arrancó ese fatídico día en el que Martínez Saura perdía la vida. El policía al que se refiere, Antonio Mata, fue quien, armado con una linterna, no tuvo pegas en romper una ventana para entrar, ya que, en efecto, el edificio estaba sellado.

La ventana en cuestión daba a la cafetería. Cuando el agente entró, vio el cadáver de su amigo tendido en un charco de sangre, al pie de la barra del bar.

«La doctora de Urgencias que certificó la defunción contó hasta 63 puñaladas, ninguna de las cuales penetró en órganos vitales. Eso hizo pensar que fue una muerte agónica causada por los pinchazos de un pequeño arma punzante, aunque también se dijo que el corazón había parado de latir antes del ensañamiento», resalta el blog La bitácora del miedo.

La Policía, además de preguntarse quién había podido ser el asesino, se preguntaba por dónde habría salido. Hoy en día, aún no se explica ese punto.

Además, «Alfonso tenía cabellos cogidos en la mano, síntoma de lucha. Su cartera apareció dos días después en un camino cercano, con el dinero y sus pertenencias», apunta el citado blog.

«Se cuenta que Alfonso estaba preparando sus memorias. Memorias que nunca se llegaron a encontrar ¿Eran estos escritos los que buscaba el asesino? ¿Qué secretos tenía el cónsul?», se pregunta el portal Descubriendo Murcia. Este crimen en la memoria es, de momento, crimen sin resolver.