¿Qué tiene que ver la cosmética con la inteligencia? Los adornos y pinturas constituyen una forma de pensamiento simbólico y muestran la pretensión de transmitir algo al resto del grupo al que se pertenece, un lenguaje corporal que evidencia cierta sofisticación. La preocupación por esos signos externos le ha valido al neandertal su última rehabilitación, la que, en teoría, aproxima sus capacidades intelectuales a las del hombre moderno. Es el paso más reciente en un proceso que en apenas una década ha transformado la imagen de esta extinta forma humana acuñada hace ya un siglo: aquel ser tosco, simiesco y embrutecido -del que el yacimiento de Sidrón, en Piloña (Asturias), guarda un amplio rastro- es ahora un primo diferente.

Las cuevas murcianas de Los Aviones (Cartagena) y Antón (Mula) albergan las huellas que dejó hace 50.000 años aquel interés por el adorno corporal. Dos años de excavaciones han puesto al descubierto numerosas conchas marinas con restos de pigmentos que "sólo tienen sentido como cosméticos", según João Zilhao, profesor del departamento de Antropología y Arqueología de la Universidad de Bristol y uno de los responsables de la investigación. El uso de cosméticos es indicio de un pensamiento simbólico elemental, que el paleontólogo Jordi Agustí define como "aquel capaz de concebir y utilizar estructuras mentales que, de alguna manera, "no sirven para nada" y que "no están directamente vinculadas con las necesidades de la vida diaria". Hay rastros anteriores de esa inquietud en el neandertal y en otros yacimientos asociados a esta especie ya se localizaron signos de ornamento corporal. La singularidad murciana consiste en que esos adornos no pueden explicarse como el resultado de una mera imitación del comportamiento del Homo sapiens, mucho más innovador que el neandertal. Y la razón es que en el momento en que están datadas las conchas y los pigmentos, hace 50.000 años, faltaban todavía diez milenios para que el hombre moderno irrumpiera en Europa.

Según los científicos, en la Región se encontraron conchas del molusco 'Spondylus gaederopus' que contenían residuos de pigmentación roja hecha con lepidocrocita y mezclada con hematita y pirita. Señalan que los elementos que forman ese tipo de piedras son negros y reflectantes, lo que sugiere que con su uso se buscaba un resultado cosmético. En la Cueva de los Aviones se hallaron concentraciones de un colorante amarillo, que probablemente se utilizó en cueros u otros materiales perecederos, y que estaba constituido por natrojarosita, un mineral de hierro usado después como cosmético en el Antiguo Egipto.

El anuncio de este hallazgo tiene especial significación para Zilhao por tratarse de uno de los expertos que más defiende la equiparación de neandertales y sapiens, hasta llegar a igualarlos incluso en términos biológicos, al considerar que del cruce de especímenes de ambos puede surgir descendencia fértil. Como especies diferentes que son, de la efusión sexual entre el neandertal y el sapiens -nosotros mismos- sólo cabría esperar individuos estériles. João Zilhao es, junto Ian Tattersall, conservador del Museo de Ciencias Naturales de Nueva York, uno de los escasos científicos que sostiene, a partir de un hallazgo en el yacimiento portugués de Lagar Velho, que entre ambas especies hubo hibridación, es decir, intercambio genético. Todos los análisis de ADN de ambas especies, incluidos los que se realizan con restos procedentes de Sidrón, cruciales en la elaboración del genoma neandertal, descartan hasta ahora esa mezcla genética.

El neandertal es la especie humana fósil mejor conocida. De hecho se trata de "la primera forma humana que recibió una distinción zoológica formal", al acuñarse en 1864 la identificación de Homo neandertalensis, como refleja el paleontólogo francés Ives Coppens -codescubridor de Lucy, una de los hitos de la paleontología- en su reciente libro 'La historia del hombre' (Tusquets, 2009).

Otro factor contribuyó a esa visión de un ser arrinconado en la noche de los tiempos. La identificación de la especie -algunos de cuyos primeros individuos localizados presentaban severas malformaciones como resultados de enfermedades óseas- coincide con el primer momento de difusión del evolucionismo de Darwin -'El origen de la especies' se publicó en 1859-. El neandertal encajaba en la teoría como el "eslabón perdido" -concepto hoy ya desterrado-, a medio camino entre el simio y el hombre, en pleno proceso de erguirse del todo y en un estadio muy anterior al nuestro. El neandertal apuntalaba así la visión del cambio gradual de esa concepción evolutiva incipiente.

Esa "criatura degradada", como llegó a definirla un destacado científico alemán, encajaba en descripciones como la que en la primera década del siglo pasado realiza Marcellin Boulle, profesor de Paleontología del Museo Nacional de Historia Natural de París, y que a juicio de Ives Coppens supone una "yuxtaposición de descripciones anatómicas de gran calidad y declaraciones totalmente sometidas a las ideas de la época". Sostenía Boulle que "las características físicas del neandertal están en armonía con lo que la arqueología nos enseña sobre sus capacidades corporales, su psiquismo y sus costumbres. No hay industria más rudimentaria y más miserable que la de nuestro hombre musteriense... la probable ausencia de cualquier rastro de preocupaciones estéticas o de orden moral concuerda bien con el aspecto bruto de este cuerpo vigoroso y pesado, de cabeza huesuda con mandíbulas robustas y en el que se afirma el predominio de la funciones puramente vegetativas o animales sobre las funciones cerebrales".

Esa visión comenzó a cambiar en la década de los 90 del siglo pasado. Hasta entonces se cuestionaba incluso la capacidad del neandertal para la comunicación verbal e incluso sirvió para explicar la extinción del neandertal, ocurrida hace 28.000 años. El cambio de visión sobre una especie cada vez más cercana no se ha completado, a juicio de Ives Coppens, para quien "la desconfianza hacia neandertal todavía dura" como ponen en evidencia "el debate sin fundamento sobre la existencia o no en este hombre de un lenguaje articulado o la imagen simiesca que dio Jean-Jacques Annaud de él en su película, por otra parte destacable, 'En busca del fuego'".

Jordi Agustí, profesor del Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social en la Universitat Rovira y Virgili, destaca en su recién aparecido libro 'El ajedrez de la vida. Una reflexión sobre la idea de progreso en la evolución' (Crítica, 2010), el modo en que el ancestro directo del neandertal, el Homo heildebergensis, adquirió un lugar preeminente en la naturaleza. Al convertirse "en cazadores activos, los humanos dejan de ser una presa para transformarse en depredadores", momento en el que "por primera vez en el curso de la evolución, un primate se sitúa en la cúspide la cadena trófica". "Los neandertales -sostiene Agustí- fueron homínidos intelectualmente muy avanzados, autores de una sofisticada industria cultural" y con sus "enterramientos encontramos las primeras evidencias de lo que se llama pensamiento simbólico".

Las reacciones ante la publicación del trabajo de João Zilhao y de otros paleontólogos españoles, franceses y portugueses en la revista 'Proceedigns of the National Academy of Sciences (PNAS)' sugieren a Antonio Rosas, miembro del equipo de investigación de Sidrón, que el hallazgo de Murcia, "si está bien datado, aporta pruebas de que los neandertales tenían la costumbre de adornarse y de que eso no es algo que hubieran copiado del sapiens. Hay un comportamiento simbólico avanzado, una manera de comunicarse a través de esos símbolos con los demás". A partir de ahí existen dos explicaciones a explorar y que sólo pueden aclararse con el trabajo científico: "O esa capacidad simbólica surgió dos veces y por separado en la historia de la humanidad, una en el caso de los neandertales y otra en el sapiens, o ya estaba presente en el antepasado común de ambas especies".

Respecto a la hipótesis de que la desigual capacidad intelectual propiciara que los neandertales acabaran sucumbiendo frente a a los sapiens, Rosas sostiene que "este hallazgo no descarta nada. Puede que tuvieran esa capacidad simbólica pero carecieran de otros recursos. La inteligencia es algo muy complejo y está compuesta de muchas facetas". Lo primero es aclarar conceptos porque "el hecho de que haya diferencias entre ambas especies no significa que una sea inferior a la otra, la diferencia implica sólo ser distintos, no inferiores". Y para Rosas está claro que los neandertales "tenían una psicobiología diferente, ese es el verdadero reto de la investigación".

Emiliano Aguirre, el 'patriarca' de las excavaciones en el yacimiento burgalés de Atapuerca y figura señera de la paleontología española, muestra una estricta distancia científica al abordar las capacidades intelectuales de los neandertales. En su libro 'Homo hispánico' (Espasa Calpe, 2008), Aguirre considera que "no es prudente generalizar o asignar a los neandertales abiertamente un alto nivel intelectual pero tampoco hay base científica para negar sin más un grado de capacidad mental". Lo que, en otras palabras, significa: a seguir buscando porque las evidencias paleontológicas sólo pueden llegar de los hallazgos materiales sobre el terreno.