Me gustan los versos de Gloria Fuertes. Los centenarios, como los días internacionales, son una excusa para no olvidarnos del todo de cosas importantes. El día a día, con sus afanes pequeños y sus pequeñas urgencias, nos hace relegar lo más importante, lo que realmente nos importa y lo que nos puede dar el sentido a las cosas.

Nuestra memoria es selectiva y es una suerte que muchas cosas las olvidemos, por nuestro bien. Perderíamos la cabeza si acumulásemos todos los recuerdos, por eso el tiempo hace una criba y va endulzando épocas y momentos que ayer fueron insoportables y, en la distancia, los vemos con melancolía. Al fin y al cabo hemos sobrevivido, y lo que nos espera es aún peor: la nada. Se nos va la vida y se nos van los amigos, sin nada a qué aferrarnos salvo a unos pequeños raticos efímeros pero inolvidables. Un agujero negro puede albergar toda una eternidad de materia y de tiempo, un pequeño instante puede contener toda la felicidad y todo el dolor, todo el sentido y el sinsentido.

Yo no soy un intelectual de la talla de Javier Marías, ni me gusta provocar como él, ya sea criticando que las calles de las ciudades las tomen las bicicletas o diciendo que el teatro contemporáneo está «lleno de tontunas», más bien soy «un pobrecito hablador», como decía Larra. Por ello he de confesar que, en lo que uno ha leído, a mí sí me parece una gran mujer y una gran poeta la autora de ´Cuando amas aprendes geografía´. Gloria Fuertes no merece el cabreo de las feministas contra mi tocayo Marías, lo que merece es leerla. Es cierto que sus apariciones en programas de televisión y sus publicaciones infantiles pueden dar la imagen de que su gran obra es para niños, pero no. Es cierto que sus poemas tienen un pronto de sencillez y que todo el mundo puede entenderlos a la primera, pero a veces el arte con apariencia de sencillo es el más profundo y, en ocasiones complejo.

Habría que leer a los grandes poetas y escuchar a los grandes músicos y ver las grandes obras del arte siempre, sin esperar a que los centenarios las pongan de moda, pero al menos aprovechemos las conmemoraciones, tampoco nos pongamos tan exquisitos denostando la miel porque les guste a la marabunta.

Una vez dijo Gloria Fuertes que «la vida es una mierda de vaca que hemos de convertir en una pastel de manzana». De mi niñez en la granja conozco muy bien los excrementos de las ovejas y las cabras, de los cerdos y de las gallinas, detestables y mal olientes, pero cuando, en mi adolescencia conocí en un viaje la inmensidad de una mierda de vaca en un prado, no creí que hubiese mayor en el mundo. Con los años he visto mierdas mayores. A veces las hace uno, y luego se arrepiente toda la vida, pero lo peor son las que nos trae la vida, las que hacen otros a posta, las que hacemos entre toda la sociedad, las que hacen los poderosos, que son los mayores cagones y las que hacen los sinvergüenzas que se comen todo el prado y lo dejan todo perdido.

Así nos va, como decía ella: ´La Tierra no está para muchos trotes / está cansada. / Cuando entierran en ella / niños con metralla / le dan arcadas´. En julio celebramos el centenario de esta gran poeta que hemos de descubrir como poeta para adultos y en julio cerramos los actos del IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes. Los centenarios empiezan y terminan, son una gran ocasión para recordar a los grandes, pero no deben ser el enterramiento del homenajeado hasta dentro de otros tantos. Lo que importa es que se nos haya avivado la llama para que no nos volvamos a olvidar de ellos.

A Miguel de Cervantes le dedicaré otras líneas, porque si a Gloria no hay que enterrarla, al autor del Ingenio Hidalgo hay que reconocerlo más vivo que nunca. En algunas celebraciones también hay quienes la cagan y lo venden a precio de oro, y quienes se desviven en convertirlo en pastel de manzana. Continuará.