No me digan que no mola salir en los informativos nacionales dos veces por semana y por temas tan diametralmente opuestos como ser los primeros en retirar la bollería industrial de las máquinas expendedoras de los hospitales de la Región y simultáneamente ser anfitriones de la gran Susana antes que nadie, después de saber que va en serio lo de hacerse la mandamás de los suyos. Conviene que la trascendencia real para los ciudadanos de tan preocupante coincidencia no sea directamente proporcional, porque cuando nos dicen que la razón de retirar la bollería de los hospitales es adelgazar las cifras de sobrepeso y obesidad en Murcia, que vamos muy pasados de rosca, es como decir que no volvamos a llenar un cubo de agua del mar, no sea que baje el nivel freático. Con 4.000 camas en hospitales para 1,4 millones de habitantes, de no ser porque unos están más enfermos que otros, para pasar todos por allí nos tocaría una estancia de cinco días cada cinco años; ya saben lo que eso va a influir en la obesidad o en el sobrepeso, renunciando al tigretón en la sala de espera esos cinco días de cada dos mil enfermos y acompañantes.

Desde luego hay medidas que se deben tomar por higiene, esta de las chocolatinas o la otra de que ninguna administración pública pudiera adquirir vehículos contaminantes, pero de ahí a decir que eso haría bajar los niveles envenenados del aire es volver a tomarnos por tontos. No se preocupen que estamos bien acostumbrados.

Parecido es lo de Madrid para el 2025, que si usted tiene un descapotable del 55 y lo saca doce veces al año para recorrer diez kilómetros lo que contamina en todo el año es mejor que no lo calcule porque será mucho peor que lo de las chocolatinas, con lo fácil que es obligar a que todos esos vehículos tengan un seguro por kilometraje, que ya lo hacen muchas compañías, y que no puedan contratar por ley más de 1.000 kilómetros al año... Y problema resuelto sin más complicaciones, que sin seguro no se puede circular y así poder seguir disfrutando de su R8 o de su 127 del 80 para ir a tomar esa caña ese domingo.

Y es que nada peor para el sentido común que confundir la cosmética con la realidad que es en lo que nos tienen magistralmente adiestrados, que si no fuera por los test de domesticación que van haciendo los políticos con sus incursiones públicas, luego no podrían garantizarse que estos modelos de legislación fueran asumidos por el respetable con la docilidad que nos caracteriza. Buena prueba es venir a Cartagena desde Andalucía, la tierra con mayor densidad en asuntos de políticos y juzgados, con centenares de imputados en la Junta y 4.300 millones bajo sospecha y atreverse a decir que es Pedro Antonio Sánchez quien tapona el crecimiento democrático de la Región por aferrarse al sillón. Imagínense el discurso sin escolta en la charlatanería, a ver quién se atreve.

Para evidenciar el hecho nada más fácil que colarse en el Víctor Villegas, en el Congreso Regional de los del otro lado, mismos perros y distintos collares, y habrían visto cómo las tesis contrarias convencían por las dos alas de la gaviota en idéntico nivel de decibelios. El problema es que los políticos saben que para asegurarse que te aplaudirán, digas lo que digas, sólo hace falta elegir bien al respetable, aunque lo realmente divertido habría sido aparecer cada uno de ellos con clá contraria en plan canje sin avisar, como salidos de caja sorpresa en despedida de soltero... y premio para el que aguantara cinco minutos de tribuna con coherencia en el desparpajo sin acudir al discurso fácil de que tiene un ratón que come chocolate y turrón y bolitas de anís y no es obeso.