La vivienda de planta baja que tiene la familia González en el barrio cartagenero de Los Barreros se ha convertido en el escenario de una pesadilla que ya dura más de una década. Desde que compraron la vivienda, sus inquilinos denuncian que los vecinos de enfrente les están haciendo la vida imposible. Juana Pérez y su marido Andrés González, vendedor de cupones de profesión, ya no saben a quién recurrir para pedir ayuda. Sus hijos, una chica de 21 años y un chico de 13 años, también están asustados. Hace varios años esta familia ya interpuso una denuncia contra uno de los moradores de la casa de enfrente debido a una agresión que sufrió la hija cuando aún era menor de edad.

El viernes pasado, cuando volvieron de noche tras ir de compras al centro comercial, los González se encontraron toda su fachada llena de pintadas amenazantes. «Hijos de rata, muerte cabrón o puta» son algunas de las palabras escritas con spray de pintura. Han denunciado los hechos ante la Policía pero no hay testigos de quien lo hizo.

Hace unos días se celebró un juicio en el que el cabeza de familia reclamaba daños y perjuicios por una agresión que le propinó uno de sus vecinos. «Me dio con un bote de cristal de alubias en la cabeza y llegó a romperme uno de los dientes», apuntó ayer el 'cuponero'. Andrés y su familia creen que las pintadas son una venganza por el juicio celebrado hace escasos días.

Sus vecinos de enfrente niegan que ellos estén detrás de esto. De hecho, afirman que han denunciado al vendedor de cupones porque «nos llegó a amenazar de muerte el viernes aporreando violentamente la puerta de nuestra vivienda cuando vio las pintadas en su casa». Prefieren dejar su nombre en el anonimato y reconocen que han tenido juicios con la familia González e, incluso, que aún tienen uno pendiente por los daños ocasionados en su puerta hace cuatro años.

LA OPINIÓN se puso en contacto ayer con cada una de las familias enfrentadas. Ambas explicaron que su deseo es acabar con este clima de confrontación que no les deja vivir tranquilos. Juana Pérez, mujer del vendedor de cupones, afirmó que ha tenido que recibir ayuda psicológica. Su marido fue atendido por un ataque de nervios el viernes en Urgencias del Santa Lucía tras descubrir unas pintadas que aún siguen en la fachada de su casa.