Hay músicas que nada más empezar a oírlas sabemos a qué genero o estilo pertenecen: folk, rock, clásica, blues? Y hay algunas que, además, enseguida adivinamos el país del que proceden: músicas étnicas (africanas, japonesas, andinas), el fado, el tango? Eso mismo ocurre con las músicas tradicionales, de raíz, con el flamenco y también con el pasodoble, tan unidas a la cultura española y por las que somos más conocidos en el exterior que por nuestro propio himno.

Cuando, desde fuera, se intentan composiciones tan nuestras y con tanta raigambre popular, qué quieren que les diga, parece que siempre les falta algo. Es lo que le pasa a la Asociación de Vecinos de Pozo Estrecho, que acaban de celebrar su XXIV Concurso Internacional de Composición Musical de Pasodobles: Reciben partituras de todo el mundo, incluso de países orientales, pero, al final, el jurado premia a compositores que si no lo llevan en el ADN, al menos lo han mamado desde pequeños. Este año, sin ir más lejos, el galardón ha recaído en la obra Sensaciones de Javier Villalobos Martín, músico y compositor de Toledo. Sin lugar a dudas, este concurso es una gran iniciativa de esta localidad cartagenera, en la línea de la gran tradición por el pasodoble que siempre ha tenido esta ciudad.

A la proliferación y éxito del pasodoble en Cartagena, además de la centenaria banda Santa Cecilia, ha contribuido la existencia de hasta cinco bandas militares, a las que ahora se suman otras cuatro bandas civiles (la del Conservatorio, Sauces, Molinos Marfagones y Cartagonova). A esto hay que añadir una gran cantidad de composiciones que fueron creadas aquí, entre las que podemos destacar obras de Benito Lauret, José Torres, Alfredo Javaloyes, autor de El Abanico, Manuel Berná, Jerónimo Oliver, Octavio de Juan, Camilo Pérez, Francisco Aguilar, Juan Pagán, Eduardo Lázaro, Ramón Roig, autor de La Gracia de Dios, o el maestro Antonio Álvarez Alonso, compositor de esa joya inmortal que tituló Suspiros de España. Hay quien dice que el título del pasodoble por excelencia no tiene tanto que ver con la evocación de sentimientos poéticos y patrióticos, sino más bien por ese dulce tan nuestro, los suspiros, que el compositor solía tomar en el café España que, en plena calle Mayor, estaba en el edificio de la CAM.

El maestro Álvarez, natural de Martos, se quedó en Cartagena después de que la compañía de zarzuela en la que trabajaba se disolvió en esta ciudad. El escribió: «Fui engañado el mes de agosto con la promesa de varios contratos en América que me sedujeron? pero todo había sido un puro cuento? espero cobrar pronto para volverme a Madrid». Se ve que no cobró esta deuda. Así que por problemas económicos, y parece ser que también conyugales, se quedó impartiendo clases y tocando el piano. Murió pobre, como les suele pasar a muchos genios y apenas sobrevivió un año al estreno de su gran obra, muriendo a los 36 años de un ataque al corazón.

En 2002, con motivo del I Centenario del Estreno del pasodoble Suspiros de España tuve el honor de formar parte de la comisión organizadora de unos actos que duraron seis meses y que se clausuraron por todo lo alto en la plaza de San Sebastián en la que había sido estrenado, y por la misma Banda de del Tercio de Levante, dirigida por Joaquín Grau, también presidente de la comisión, a la que le fue entregada la Medalla de Oro de la Ciudad. Aquél centenario fue todo un sueño con el que, por fín, se le hizo justicia a aquel gran compositor. Fueron más de 60 actos entre conciertos de orquestas, corales, bandas, grupos de cámara, mesas redondas, exposiciones, festivales de bandas, una zarzuela, cafés concierto, conciertos escolares, concursos?

No me caben los 30 del equipo organizador, pero en aquella comisión estuvieron Francisco Gómez, Juan Lanzón, Alfredo García Segura, Jaime Belda, Diego Gómez, Ginesa Zamora, Alfonso Santos, María Ángeles Bres, Ramón García, Pedro Soriano o Pepe Monerri? y Cartagena y su comarca suspiró porque todo era música.