La tragedia salpicó ayer el tranquilo barrio de Las Cuatrocientas. Fue en la calle Ramón y Cajal, a la altura de la parada de taxis del número 230 de la vía. A primera hora de la mañana, sobre las 7.40 horas, los vecinos de la zona alertaron al Centro de Coordinación de Emergencias de la Región sobre un incendio provocado en el puesto de churros que desde hace un mes y medio estaba situado junto a la parada de taxis y que regentaba un vecino de la cercana calle Baleares, de 38 años. Lo que no sabía los llamantes era que el dueño del negocio ambulante estaba dentro y nada se pudo hacer por salvarle la vida.

Un suceso que conmovió al citado barrio y que nadie pudo explicarse. Pese a que en un primer momento se apuntó que el hombre habría pernoctado en el negocio, fuentes vecinales señalaron que cerró el puesto y se marchó a casa. Incluso el propietario de un negocio cercano señaló a LA OPINIÓN que «compró aquí antes de marcharse».

Una vez alertado el teléfono único de emergencias del 112, se movilizó a bomberos del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento de Cartagena, así como a patrullas de la Policía Local y Nacional, ya que las llamadas de alerta mencionaban llamas muy altas y no conocer si había alguien en el interior.

Se encontraba sentado

Al extinguir el fuego, los servicios de emergencias hallaron en el interior del puesto de churros el cuerpo carbonizado de una persona, que, según fuentes consultadas se trata del gerente del negocio ambulante.

Fuentes de la investigación indicaron que se desconocen las causas que provocaron el incendio y no se facilitó la identidad del fallecido, pero fuentes vecinales señalaron que el fallecido vivía con su madre en la citada calle y con su mujer y dos hijos, un niño y una niña, ambos menores de edad.

Asimismo, las fuentes consultadas indicaron que al parecer el hombre llegó, «como solía hacer todos los días», a su negocio a primera hora de la mañana y puso el aceite a calentar con las ventanas del puesto cerradas, haciendo los primeros preparativos del día. Según las especulaciones vecinales, el fallecido pudo haberse quedado dormido esperando a que el aceite se calentara y no haberse dado cuenta del incendio, lo que provocó que se quedara en la posición de sentado con la que lo encontraron en su churrería.