El Mar Menor aún está a la espera de que se inicien las mejoras que curen dos de sus principales heridas: la entrada de nutrientes de la Rambla de El Albujón -para la cual la Comunidad estudia la colocación de filtros verdes o aprovechar la infraestructura de drenajes de la Confederación Hidrográfica del Segura- y los espigones de Los Urrutias. Por fortuna para este ecosistema marino único en el mundo, la Demarcación de Costas acaba de adjudicar las obras para la retirada de los espigones de la playa cartagenera, que comenzarán dentro de un mes y estarán terminadas para antes de marzo de este próximo año.

Mientras el tiempo corre en contra del Mar Menor, vecinos, ecologistas y expertos siguen sin ver materializadas las ayudas que demandan desde hace años. No obstante, la nueva predisposición de las Administraciones públicas por salvar un Mar Menor del que ya advirtieron el pasado verano que estaba «al borde de la muerte» apunta un horizonte con más luces que sombras, pero lleno de incertidumbres. Así lo pone de manifiesto el biólogo y catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia, Ángel Pérez Ruzafa.

Ruzafa es uno de los principales estudiosos de este maltrecho ecosistema que lucha por sobrevivir a los achaques del ser humano. El académico lo tiene claro: «Dejar morir al Mar Menor es matar a la gallina de los huevos de oro». Con esto el biólogo recuerda que «la principal industria y fuente de riqueza de la Región, el Turismo, vive principalmente de recoger los frutos que da la laguna». Una prueba de la actividad turística que genera el Mar Menor es que la Comunidad tiene previsto modificar la ley regional de Transporte Marítimo para botar en 2016 los primeros taxis marinos. Dos ferrys turísticos de color amarillo con capacidad para entre 12 y 24 pasajeros que gestionará una empresa privada y que sumarán un atractivo más a la oferta de la Región de Murcia.

En cuanto a la recuperación del Mar Menor, Ruzafa manifiesta que «las mejoras que necesita la laguna tienen que hacerse de manera inmediata, este mismo invierno, para aprovechar que los temporales regeneren la playa de forma natural». El experto predice que «si las actuaciones llegan tarde, ya entrada la primavera, serían contraproducentes de cara a la próxima campaña estival e incluso la calidad del agua podría empeorar e incrementarse los lodos y enfangamientos que tanto perjudican al medio natural e incordian a los bañistas cada verano».

El profesor considera que el Mar Menor tiene que llevar un seguimiento continuo y científico de todas las actuaciones que se hacen en él para analizar qué cosas le vienen bien y cuáles pueden resultarle dañinas. Al hilo de esta cuestión Ruzafa matiza que «la laguna salada tiene más probabilidades de sobrevivir si no se actúa, que si se hacen mal las intervenciones».