La noticia de la sentencia del TSJ de Murcia por la que se otorga a la Asociación Aforca la cantidad de 435.600 euros para construir una réplica de las desaparecidas Puertas de Madrid, nos sirve como excusa para recordar algunos retazos de su historia. Fue el rey Carlos III quien ordenó amurallar la ciudad para protegerla debido a su importancia tras su conversión en base naval para todo el Mediterráneo.

Las murallas disponían de tres puertas, las de San José situadas en la actual plaza de Bastarreche, las del Muelle en el puerto junto al edificio del Gobierno Militar, y las de Madrid en el punto de salida de la vía que llevaba a la capital. Las que nos ocupan tenían dos accesos, uno de entrada y otro de salida, y disponían de su correspondiente cuerpo de guardia para labores de vigilancia. Según nos cuenta mi amigo el doctor José María Rubio Paredes en su magnífico libro sobre la muralla de Carlos III publicado en el año 2001, las puertas cerraban de sol a sol pese a que una Real Orden del Ministerio de Guerra de 1863 especificaba que en tiempos de paz se mantendrían siempre abiertas. Si bien las murallas y sus puertas salvo pequeñas excepciones no fueron testigos de actividades bélicas, sí tuvieron que servir de puestos de control para defenderse de otros terribles enemigos como fueron las temidas epidemias. En 1884 el cólera hacía estragos en varias ciudades españolas, y por eso en Cartagena se estableció un cordón sanitario y se dieron instrucciones concretas para los vigilantes de las puertas

En el caso de las de Madrid se especificaba que estaban destinadas a mercado público y se permitía la venta de productos cuya introducción o extracción no estuviera prohibida, siempre que no hubiera contacto entre los de dentro y los de fuera. Al igual que las otras puertas, las de Madrid acogieron los servicios del llamado popularmente ´fielato´, caseta donde se cobraban los arbitrios y tasas municipales del tráfico de mercancías. Inseparable de su historia es la del conocido como ´Pilón de los burros´, abrevadero y fuente para el ganado que a finales del siglo XIX se trasladó desde un edificio que había frente a las puertas hacia el exterior de las mismas.

Pero los tiempos cambiaron y las murallas y su derribo comenzaron a ser un objetivo a conseguir por parte del Consistorio cartagenero que veía en ellas un corsé antihigiénico del que debía liberarse. Y esa liberación empezó e17 de mayo de 1902, día en el que comenzó la demolición y el derribo de las murallas empezándose precisamente por las de Madrid. Pero de ese derribo se salvó, gracias a un miembro de la familia Dorda, el impresionante escudo de Carlos III realizado en mármol que coronaba las puertas y que hoy se conserva en el Museo Arqueológico Municipal de nuestra ciudad.

Estoy seguro de que la salvación de ese escudo era una señal de lo que más de cien años después ocurriría, y es que volvería a lucir en la réplica cuya construcción mencioné al principio, y que recordará para siempre a futuras generaciones las Puertas de Madrid.

En memoria de Aureliano Gómez Vizcaíno