Hace ya casi 60 años el sabor amargo y seco tan característico de la artesanal Azor consiguió hacerse un hueco en los corazones y paladares de varias generaciones de cartageneros. En la actualidad, tres pequeños negocios luchan por hacerse un hueco en un sector en constante transformación con el punto de mira en recuperar la impronta de una cerveza que triunfó en toda la ciudad portuaria y alrededores.

La singularidad e importancia que tiene la elaboración y consumo de la cerveza, una de las bebidas con alcohol más consumida sen el mundo, sólo se explica por sus innumerables estilos, sabores y formas de tomarla existentes, gracias a los ingredientes que crean una amplia gama de matices en el paladar. Este elixir amargo de cereales cuenta con un grueso recorrido en el sector artesanal a través de consumidores aficionados y bares y comercios que apuestan por su degustación.

En Cartagena, tres de estas pequeñas cerveceras (Batel, Ducks Castle e ICUE) luchan un verano más por hacerse un hueco en el negocio en el que años atrás, casi 60, la ya extinta Azor coronaba las mesas de los bares cartageneros con su sabor amargo y seco que tanto gustó a nuestros abuelos y padres. «Al principio, te lo planteas como un 'hobby', hice pequeñas cantidades y se las di a probar a mis amigos, así empezó todo», confiesa el emprendedor local José Manuel Huertas, dueño de la cerveza ICUE.

La complicada senda de estos intrépidos productores comienza hace unos años con el 'boom' del sector artesanal. Ahora, todo parece más calmado con lotes de elaboración pequeños que no superar los 500 litros en bares o supermercados de la zona, así como envíos a particulares a través de venta 'online' que mantienen estables «con algún repunte» el negocio; cifras que se alejan mucho de las de grandes marcas.

Para un cliente selecto

Aun así, propietarios como Pedro Martínez, de Batel, no consideran que la cerveza artesanal sea un producto destinado a un público mayoritario. «Ofrecemos algo para un perfil de cliente más minoritario», aunque defiende la necesidad de seguir creciendo: «En España, por ejemplo, las pequeñas empresas de cerveza artesana apenas representan el 1% del mercado, en países como Estados Unidos ya suponen el 7% de las ventas totales, o en Italia el 3% aproximadamente. Son claramente una minoría pero les permite continuar», apunta este aficionado a la cerveza reconvertido a productor tras estudiar una asignatura en la universidad sobre la ingeniería de los productos fermentados. «Hay una tendencia a consumir cosas naturales de calidad, la cerveza casera está ganando aceptación, aunque a las pequeñas marcas nos cuesta mucho llegar, creo que aún nos queda mucho por hacer», señala , por su parte, el propietario de la ICUE.

Estos maestros cerveceros, como les gusta que se les conozca, creen poseer una baza frente a las campañas de márketing de las grandes marcas: el sabor de los ingredientes. «Cuando bebes una cerveza artesanal, sabe y huele a lúpulo y malta. Las industriales, en cambio, son planas para los sentidos. Mucho dinero para publicidad pero mala elaboración», defiende Jerónimo Legaz, propietario de la Ducks Castle, el cual explica que con los ingredientes esenciales: agua, malta, lúpulo y levadura junto a ese toque de pasión, constancia y calidad, «obtienes un producto único para cualquier amante de cerveza».

«Nada de lo que fabricamos contiene conservantes artificiales o estabilizadores de ningún tipo. Todos los procesos de elaboración son tradicionales y manuales con una mínima ayuda de maquinaria, desde la molienda hasta el embotellado final», asegura Martínez de Batel. El resultado es una bebida que evoca el sabor de antaño de la extinta cerveza Azor.